domingo, 17 de julio de 2011

Para pensar ...


Cada hombre es muchos hombres, a lo largo de los años; hombres tan distintos entre si que, si alguna magia los pusiera cara a cara, se verían como extraños, y apenas sabrían hablarse. Por eso existe la memoria, esa compleja urdimbre de astucias y trampas, cuyo principal componente no es el recuerdo sino el olvido, encargado de ir borrando sin descanso a todos los que fuimos para que el que somos no se enrede y tropiece en la maraña de sus discrepancias. La memoria es la garantía de la identidad no porque preserva al que fuimos en el que somos, sino porque lo anega y lo borra. Así, los hombres de ayer se están disolviendo constantemente en el hoy del mañana. ¿Pero qué sucede cuando nos enfrentamos inesperadamente no a un recuerdo trabajado por el olvido, sino a un registro en bruto, un rastro del pasado, sea un diario, una carta, una foto olvidada e involuntaria, que de un plumazo borra el ilusorio presente y reinstala en su lugar al imborrable pasado? Entonces el hombre que fuimos avanza hacia nosotros aferrados con pánico de usurpador a los brazos del trono de la identidad para que no nos saque de un empellón y siente en él sus reales.

Carlos Gamerro

Un Yuppie en la columna del Che Guevara, Edhasa, 2011

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