lunes, 26 de diciembre de 2011

Producciones estudiantiles: José Luis Albornoz

  
La desilusión

Era una calle común, sin grandes negocios, solamente con dos o tres almacenes barriales de penosa fachada; muy lejos estaban las lujosas tiendas y el ruido a ciudad.  Esa calle, de corta extensión (para ser preciso esa calle era la mas corta de toda Irlanda con solo seis cuadras), aun conservaba sus sólidos bloques de piedras por donde tantas carretas, en otros tiempos, habían desfilado.  No sé por qué elegí esa calle; seguramente por ese aroma añejo, esa magia y encanto que me transporta a donde yo quiero estar; a una época olvidada, a donde el razonamiento se imponía  a la violencia.  Me refiero a esa gloriosa Inglaterra descripta por Doyle o la encantadora Francia de Poe. ¡Hay Dios!, ¿Cómo puedo tener tanta nostalgia por un pasado que no viví, por un lugar al que nunca fui y por personas a la que nunca conocí?  Explíquenme.  Se habrán dado cuenta que anhelo vivir en un lugar y con personas construidas en una novela, en la mente de un escritor.  Vean ustedes cual es mi grado de locura.  Pero no me importa. 

En esa calle nada extraño se podía encontrar salvo que todas las semanas, desde hace dos meses,  en determinadas esquinas aparecía uno o dos cadáveres.  He perdido la cuenta, no es que  sea descuidado en mi trabajo pero mi memoria suele fallarme.  Si mal no recuerdo, todas las esquinas de esa calle han tenido, a lo largo de estos dos meses, su correspondiente cadáver.  Por demás está decirle la reacción de los vecinos sobre estos hechos, pero me resulta gracioso acordarme de ellos, así que déjenme mencionarlos.

Si esa calle es tranquila y solitaria es por la gente que vive allí; los ancianos irlandeses todos, se apropiaron de esa calle.  La niñez y la juventud pareciesen etapas de la vida inexistentes si se camina por  allí.  No hay lugar para entretenimientos juveniles como canchas de futbol, ni clubes nocturnos.  Nada.  No me malinterpreten, no me estoy quejando del ambiente pero si de la gente.  No quiero mi “antigua Inglaterra” llena de ancianos.  No es lo que se imaginó Doyle al describir la gran ciudad donde se movía Holmes y Watson.  Ya el primer cadáver despertó al enjambre.  Como si un palo hubiese golpeado un avispero (aunque en ese caso las abejas que salieron alborotadas eran viejas y ya sin aguijón).  Las viejitas se amontonaban diariamente en diferentes esquinas de esa calle a rumorear y a lamentarse (como si eso solucionarìa las cosas).  Luego del primer cadáver, vino el segundo y el tercero y el pánico dominó la calle. Era muy gracioso ver a las viejitas llorar en plena calle, abrazarse y pedir al cielo alguna ayuda divina para que se detengan los asesinatos.  Al ver esas escenas dramáticas que tocaban el límite de lo cómico me apiadaba más de los maridos de esas señoras.  Pobres abuelos.  Hasta les hubiese echo un favor si el próximo cadáver que encuentra la policía es el de algunas ellas. Y aquí llega el motivo de mi indignación, de mi angustia y mis pesares: la policía.

¿Pueden existir policías tan estúpidos?  Bueno, lamentablemente si, y semana a semana lo reconfirmo.  Siempre, cuando hay un cadáver, ellos vienen (horas después) con su tropa de patrulleros, cortan la calle, arman su circo, su espectáculo payasesco para tapar su inoperancia.  Sacan sus cintas de “no pasar” para bloquear la cuadra, desfilan con sus instrumentos y utensilios de laboratorio para encontrar las huellas, la sangre, el semen o quien sabe que otras cosas mas del asesino. Hacen de la escena del crimen su laboratorio.  Arman la función y los espectadores comienzan aparecer: vecinos aterrados que movidos por la curiosidad y (sobretodo) por el morbo se apretujan unos a otros para ver si pueden, por esas cosas del destino, reconocer a la nueva victima.  Y el espectador de lujo: la prensa.  La escena armada y los espectadores en sus lugares, entonces arranca la función.  Policías, científicos, médicos forenses, grupos especiales, todo un repertorio de personajes inservibles menos detectives. ¿Por qué entre tanta basura no se ve flotar el humo de la pipa de Holmes o Dupin? ¿Donde han quedado esos personajes?.  No me digan que solo en los cuentos de Poe o Doyle porque estoy seguro que antes esos detectives existieron.  Hoy ya no hay.

He dejado pistas varias con la esperanza de que alguna mente brillante, alguien que tenga a la razón como su mejor arma pueda descubrir mi identidad.  Hojas de cuentos policiales que acostumbro leer, direcciones donde me alojaba (cambio de hotel constantemente) escritas en francés, mis padres son franceses, sobre alguna pared.  Migas de pan francés en los bolsillos de las victimas, mas un montón de pistas que seguramente dejo de forma involuntaria que cualquier investigador atento podría descubrir.  Pero nada.  Solo con usar guantes de látex se puede despistar a todo el cuerpo policial irlandés.  Se mata en otro lado y bajo el amparo de la noche se tira el cadáver y nadie lo nota.  Los policías que deberían están patrullando la calle están embriagándose en algún barsucho.  Estoy desilusionado por el mundo en el que vivo. Se habla de mi en los medios como un asesino serial dueño de un inteligencia sobrehumana cuyo accionar meticuloso tiene desorientado a la policía. Pero en verdad, mato de la manera más simple, con métodos nada sofisticados,  soy de lo más común. Solo tomando ciertos recaudos basta para ser un asesino ejemplar, una mente brillante para toda Irlanda.  ¡Hay! Si Holmes o Dupin los viera. Esta es mi historia, la que acabo de contar. Después de tantos asesinatos sigo en libertad, caminando entre ustedes, saludando policías, entrando a un bar a tomar un café, caminando por las plazas o fumando un cigarrillo en esa calle como lo haría cualquiera de ustedes.  En fin, concluyo este relato de la misma manera que empecé: desilusionado de todo. La sociedad Irlandesa aterrada, la policía desorientada y yo continúo con mis asesinatos, esperando encontrar al nuevo Holmes.

José Luís Albornoz

lunes, 5 de diciembre de 2011

Producciones estudiantiles: Lilia Inés Cartagena

Recordar y conocer
 
  ¿Qué recuerdo? ¿Qué olvido? ¿Será que fui construyendo una memoria sobre la memoria de otros?
 Todas son historias, historias de las historias, recuerdos de los recuerdos, efecto multiplicador que converge en un punto para luego desplegarse y formar un holograma de alguien que siento que conozco pero que  no recuerdo. Su voz es la suma de muchas voces y esas voces recuperan sentimientos y pensamientos, entonces me doy cuenta que solo conozco un recuerdo y siento que ni recuerdo y que ni conozco porque quienes conocieron y quienes recuerdan son otros, los mismos que compartieron momentos, pensamientos y sentimientos.
  Esas voces dicen que se parecía a mí o que yo me parezco a él, aunque hoy tengo la edad de ser su padre soy el hijo y me apropio de sus sentimientos, de sus pensamientos y de su voz, porque me parezco a él o porque él se parece a mi y porque su historia es mi historia y su recuerdo mi memoria y me pertenece, y porque su ausencia es mi presencia y su pasado mi presente.
  Entonces construyo mi futuro reconstruyendo el futuro que él quería construir para mí.
  Entonces sé que lo recuerdo y que mi memoria es su memoria atravesada por los recuerdos de las otras voces. Y qué es conocer al otro sino saber lo que piensa y lo que siente, entonces sé que lo conozco, porque yo soy su hijo aunque tenga la edad de ser su padre.

Lilia Inés Cartagena 

jueves, 24 de noviembre de 2011

BUSQUEDA PARA SERVICIO NO RENTADO A LA COMUNIDAD

La UNIVERSIDAD NACIONAL DE GENERAL SARMIENTO lleva adelante el servicio no rentado a terceros y acciones con la comunidad “Promoción de la lectura y formación de mediadores: política y gestión cultural”

PARA LA IMPLEMENTACIÓN DE ESTE SERVICIO A LA COMUNIDAD, SE CONVOCA A:

dos  (2) becas de Capacitación en Gestión Académica y en Servicios a la Comunidad para Estudiantes de Grado de Carreras de la UNGS, preferentemente de la Licenciatura en Cultura y Lenguajes Artísticos o Comunicación

Código: Servicio Lectura 2

Tipo de Beca: Becas de Capacitación en Gestión y en Servicios a la Comunidad para estudiantes.

Dedicación parcial: doce (12) horas semanales

Duración: dos (2) meses cada beca
Sede: Instituto del Desarrollo Humano
Cantidad de Becas: dos (2)
Fecha estimada de inicio: mayo de 2012
Estipendio actual: $ 1.437 mensuales.

Requisitos:
a) ser estudiante activo de carreras de la UNGS, preferentemente de la Licenciatura en Cultura y Lenguajes Artísticos o Comunicación.
b) haber aprobado el Primer Ciclo Universitario
c) no haber sido objeto de sanciones disciplinarias en la UNGS

En el caso de los estudiantes de la Licenciatura en Cultura y Lenguajes Artísticos se valorará haber cursado Literatura I y Literatura II.

En el caso de los estudiantes que no cursen la Licenciatura en Cultura y Lenguajes Artísticos se valorará alguna experiencia o capacitación en el campo de la promoción de la lectura o de los estudios literarios, especialmente para los postulantes que no cursen la Licenciatura en Cultura y Lenguajes Artísticos en la UNGS.

Todos los postulantes deberán presentar sus antecedentes (materias aprobadas y promedio general; formación complementaria; experiencia laboral; otros antecedentes pertinentes), adjuntar la certificación correspondiente de todos los antecedentes declarados y, en caso de ser necesario, asistir a una entrevista como parte del proceso de selección.

Objetivos:
1)       capacitar recursos humanos en gestión e implementación de proyectos de promoción de la lectura en ámbitos de educación formal,  no formal y en centros de promoción social, fundamentalmente a través de la práctica y la observación crítica de la tarea.
2)       promocionar la lectura literaria en ámbitos de educación formal,  no formal y en centros de promoción social.  

Plan de Actividades:

De Formación:
  • Asistencia a espacio de capacitación y reflexión de la práctica: reuniones de tres horas semanales, con asignación de bibliografía obligatoria.
  • Preparación de una exposición sobre un tema a determinar.
  • Participación en los encuentros en su carácter de asistentes de los coordinadores de los talleres de promoción de la lectura.

De servicios y gestión:
  • Apoyo logístico en la gestión de acuerdos con las instituciones en las que se realizarán los talleres de promoción de la lectura.
  • Asistencia a las reuniones de diseño de los talleres a implementar.
  • Búsqueda de material para los talleres.
  • Toma de notas de campo de las experiencias realizadas.
  • Confrontación de las propias notas con las de quienes hicieron el curso de capacitación “Promoción de la lectura literaria: prácticas y campo laboral”
  • Asistencia y colaboración en las tareas de evaluación de la práctica.
  • Colaboración en la elaboración de un informe final de las actividades realizadas en los talleres de promoción de la lectura.

Director de beca: Juan Carlos Serra
Co-directora:  Martina López Casanova 

lunes, 14 de noviembre de 2011

Producciones estudiantiles: Susana Matteucci

Materia: Literatura II
Texto analizado: Los siete locos de Roberto Arlt
Consigna para el relato: Punto de vista de una mujer y recorrer la ciudad de San Miguel


Leyendas Urbanas
Susana Matteucci


Se sacudió el vestido, más que nada para ver si se había ensuciado. Después de notar que todo estaba en su sitio levantó la vista y le habló:
- ¡Gracias! ¿Te das cuenta que si no fuera por tu intervención ese automovilista loco me hubiera atropellado?
- ¿Estás bien? ¿No estás herida?
- No, estoy bien…. – al ver la duda reflejada en el muchacho, aclaró sonriendo: - de veras, estoy bien...- luego impulsivamente agregó:  Ya que prácticamente me salvaste la vida, creo que debemos presentarnos, me llamo Ayelén… ¿y vos?
- Federico.
-¿De dónde saliste? Estaba sola en la esquina, por eso crucé confiada Rodríguez Peña, me quedé paralizada cuando ese auto dobló desde Perón y se metió de contramano y vino directamente hacia mí…   Hubiese jurado que no había nadie más en ese momento…
Ante el recuerdo de lo que pasó, Ayelén se puso a temblar al imaginar lo que pudo haber ocurrido si Federico no la hubiera tomado por la cintura y llevado rápidamente a la vereda.
Como la notó bastante turbada, Federico se animó a decirle:
- Veo que estás todavía algo shockeada por el incidente  y creo que te haría bien un café. Vayamos a Martínez, que está a una cuadra ¿querés?
Ayelén aceptó y se dejó llevar dulcemente. Había algo en él que le inspiraba confianza, aunque no podía precisar que era. Le costaba un poco relacionarse con las personas de su edad porque era bastante retraída, por eso se asombró de sentirse tan cómoda a su lado. Tenía la extraña sensación de que lo conocía, pero jamás lo había visto. Sonrió para sí, de haberlo conocido no lo hubiera olvidado, era bastante atractivo.
Caminaron en silencio, despacio, esquivaron como pudieron a la gran cantidad de gente que pasaba alrededor. La muchacha se dirigió a Federico con una sonrisa y le dijo: - Hay tanta gente a esta hora, que es toda una aventura avanzar una cuadra.-

San Miguel a las seis de la tarde es un conglomerado de personas que acuden en tropel con la tácita decisión, pactada en el inconsciente colectivo, de transitar por la avenida Presidente Perón en ese preciso instante del día y lo hacen especialmente en un determinado recorrido que cubre las ocho cuadras que van desde la calle Las Heras, cerca de la plaza Muñiz, hasta Roca (yendo hacia José C. Paz), con  algunos puntos neurálgicos ineludibles para concentrarse: el lugar de comida rápida, los locales de electrodomésticos, las galerías, la plaza, la peatonal de una cuadra en la calle Belgrano. 
Sitios que, junto con la gran cantidad de negocios de distintos rubros, transforman a la Avenida Perón en un gran “Shopping Center”. Los cordones de las veredas están ocupadas por las hileras de usuarios de las diez u once líneas de colectivos que esperan pacientemente la llegada de sus transportes. Grandes cantidades de personas y personajes pululan por esas calles: madres que llevan a rastras a sus hijos mientras  tratan de hacer las compras; jóvenes solas o acompañadas por amigas parándose en cada vidriera de modas para ver “qué se está usando”; estudiantes que salen de los colegios que, en grupos más o menos numerosos y con desprejuiciada alevosía, ocupan las calzadas como si fueran propias; hombres y mujeres que salen de sus respectivos trabajos con la imperante necesidad de llegar rápido a sus variados destinos; solitarios que buscan mezclarse en la muchedumbre para no encontrarse por un rato con la angustiosa realidad vacía de sus pequeños departamentos ubicados en alguna de las tantas torres que emergen de la que, hasta no hace muchos años, era un ciudad residencial de casas y chalets.

Cuando por fin llegaron a la esquina de Pte. Perón e Italia y entraron en Café Martínez,  la sensación de haber cruzado a otro mundo o a una dimensión diferente los invadió por un instante. Había una atmósfera tranquilizadora en el local que invitaba a la intimidad y a las confidencias. Se sentaron en la mesita del fondo, al lado del gran ventanal que da a la avenida, y observaron por unos instantes el movimiento de la gente en la calle. Esa gran pared de vidrio los aislaba del caos y de los peligros del exterior que, en ese momento, les eran ajenos. Ahora les pertenecían la paz y la seguridad del interior del Café.
Federico pidió un café para él y un cappuccino para ella. Ayelén volvió a sentirse intrigada. ¿Fue casual que Federico pidiera para ella un cappuccino? Y se lo preguntó:
- Cómo sabías que me gusta el cappuccino?
Federico le dedicó una sonrisa y contestó: - En realidad no lo sabía, sólo lo pedí porque es la especialidad de la casa... Contame algo de vos... ¿naciste aquí en San Miguel?
Ayelén empezó a hablar despacio, tímidamente, porque en general no se sentía cómoda hablando de si misma, pero como percibió que Federico parecía realmente interesado, tomó confianza y le abrió su corazón. Las palabras brotaron solas y sin pensarlas siquiera, le contó que había nacido en San Miguel, que tenía un hermano casado, dos sobrinitos que adoraba, que su mamá había muerto cinco años atrás de cáncer, que vivía con su papá. Le relató su vida, sus sueños y sus esperanzas. Le asombró que le resultara tan fácil comunicarse y sintió una especial empatía con ese muchacho desconocido pero que, de alguna manera, le era familiar. Tuvo nuevamente esa rara sensación de que no estaba conversando con un extraño, sino con alguien conocido de toda la vida pero que no había visto nunca, era como estar con una especie de amigo imaginario, esa clase de amigo que se tiene cuando se es chico, al que se le cuenta todo con la certeza de que sus secretos no van a ser develados porque a ese amigo nadie lo puede ver ni conocer.
Ayelén le contó mucho de su vida y Federico la escuchó atentamente aunque hablaba muy poco de si mismo, sólo le contó que había nacido en Buenos Aires, que trabajaba en las oficinas centrales del Banco Provincia, que hacía un año lo habían trasladado a la sucursal de San Miguel y que vivía solo. Era dulce y gentil, tenía una mirada triste y una sonrisa que, si bien tenía algo de tristeza, le iluminaba la cara. Le trasmitía una especie de seguridad a la que no estaba acostumbrada, junto a él se sentía protegida y a salvo. Era maravillosa esa sensación, y  no quería que terminara. Por eso, cuando se ofreció a acompañarla hasta su casa,  aceptó de inmediato.
Salieron de Café Martínez y caminaron por la avenida Perón, pasaron frente al Banco Nación, que tenía su “habitual” fila de personas que esperaban su turno para utilizar el cajero automático. En la cuadra siguiente, en la esquina con Belgrano se detuvieron un instante mirando la gran cantidad de chicos y chicas que estaban por toda la peatonal. Ayelén se preguntó porqué su acompañante no parecía percatarse del bullicio que había en ese momento, ya que cada vez que levantaba su vista  notaba que él no dejaba de mirarla, como si los demás no existieran. Era curioso, le extrañaba, pero también le gustaba.
Continuaron caminando, cruzaron la avenida hacia la Plaza, la atravesaron mientras observaban a los artesanos que, desparramados sobre las veredas exteriores, exhibían sus productos en el piso al mismo tiempo que algunos de ellos continuaban haciendo sus trabajos manuales y otros charlaban entre sí tomando mate, sin molestar a los caminantes. Ayelén y Federico pasaron al lado de duendes, pulseras, mates cincelados, portarretratos y gorros tejidos.
En la esquina doblaron por la Avenida Balbín, en esa vereda los artesanos están ubicados en pequeños puestos con toldos, que se arman los viernes a la tarde y se desarman los domingos a la noche o el lunes, si es feriado. Pasaron frente a la tradicional Escuela Nro 1, que estuvo “desde siempre” y se saluda con su vieja compañera, la Catedral, ubicada a la misma altura al otro lado de la plaza, en la calle Belgrano. Ambas son las instituciones más viejas de la ciudad. Dejaron atrás la Plaza de San Miguel, con su fuente central  y su estatua de Sarmiento en el medio y donde alrededor de ella unos cinco o seis chicos menores de cuatro años corrían y perseguían a las muchas palomas que se acercaban para comer las miguitas que le tiraban los que estaban sentados en los bancos ubicados en el círculo central.
Caminaron un par de cuadras más casi sin hablar, disfrutando del paseo. En estas cuadras empieza a notarse un cambio en la fisonomía de la ciudad, no hay tanta gente caminando a esa hora porque es aún temprano para las salidas nocturnas, se reanima un poco más en las noches por la presencia de algunos “boliches” bailables o bares nocturnos que conglomera a los jóvenes en busca de diversión.
En ese momento, Ayelén se percata de que van camino a su casa, pero en ningún momento Federico le preguntó dónde vivía.
- ¿Sabés dónde vivo?
- En realidad, te estoy acompañando por dónde vas, imagino que vamos yendo para tu casa.... ¿por qué? ¿dónde vivís?
- Casi frente al Cementerio...  ¿por qué sonreís?
- ¿No te dan miedo los fantasmas?
- ¡Oh, vamos! No me digas que vos creés en fantasmas.... Y Ayelén sonrió divertida.
- Bueno, yo he oído historias.....
- Ya veo.. has oído lo que yo llamo “leyendas urbanas”...
- ¿Por qué “leyendas urbanas”?
- Porque son las que proliferan en las ciudades, sobre todo cerca de los cementerios. En los pueblos rurales surgen otro tipo de apariciones, como la “luz mala”, brujas, duendes, incluso extraterrestres y ovnis. Pero, en estos cementerios... parece que siempre hay alguna “alma en pena” que sale a mezclarse con la gente....
- ¿Y cómo sabés que no es así?
- Mirá, yo he oído muchas historias.... Sin ir más lejos, la semana pasada viajé en un taxi y el conductor me dijo que cuando pasó al lado del cementerio, después de dejar a un pasajero, se le apareció un perro negro, enorme, con los ojos rojos como la sangre, que no lo dejaba pasar, hasta que de repente, así como vino, desapareció...  
- ¿Y no le creíste?
- Bueno, tal vez sea cierto que se le apareció un perro grande y negro... pero seguramente era de “carne y hueso” y desapareció porque el dueño lo llamó.
En ese momento, llegaron a la Avenida Gaspar Campos y doblaron hacia la derecha, y continuaron caminando. Estaban en una zona netamente residencial con hermosas casas grandes que se estaban construyendo frente a la avenida, con algunas casas quintas en las calles adyacentes, sin edificios tipo torre, sólo casas bajas, chalets o, a lo sumo, casas de dos plantas. Casi no había gente caminando en las calles, solo una buena cantidad de autos y algunos colectivos rompían esa especie de tranquila monotonía que se respiraba. Caminaron por veredas que no están en muy buenas condiciones, pero tienen una gran cantidad de árboles que dan una sombra fresca en las tardes calurosas. Federico retoma la conversación.
- Es curioso..
- ¿Qué?
- Yo tuve un perro parecido al que te describió el remisero. Falleció hace unos años. Adoraba a ese perro, siempre estaba conmigo, me seguía a todas partes, y a pesar de ser muy dócil, si alguien hacía algún intento que pudiera parecer una amenaza, el perro se ponía delante de mí y gruñía y le mostraba los dientes....
Ayelén sonrió y bajando la voz, como si estuviera relatando una novela de misterio dijo: - Tal vez es a tu perro a quien vio el remisero....
- Tal vez.- Ayelén notó un dejo de tristeza en su voz  y como para cambiar de tema preguntó:
- San Miguel no es como Buenos Aires. Yo me encuentro cómoda porque es mi ciudad, pero comprendo que no es igual que la Capital. Una amiga mía dice siempre que San Miguel es un pueblo que se cree ciudad, creo que piensa que tiene como  “delirios de grandeza” ¿Te encontrás a gusto aquí? ¿O tenés ganas de volverte?
- No sé si estoy aclimatado aún, pero seguro que ya no me puedo ir.
-¿Por qué?
Federico la miró largamente y contestó: - Estoy anclado a esta ciudad.
Ayelén sonrió para sí, bajó los ojos, no dijo nada más y por un buen trecho caminaron en silencio.
Pararon un instante en Irigoin, esperaron a que el semáforo se pusiera en verde y prosiguieron su caminata mientras Ayelén le contaba de sus sobrinos, de sus días de colegio secundario, de sus paseos diarios a la plaza de San Miguel, con sus compañeros, a la salida de clases. También le habó de sus sueños de ir a la Universidad cuando,  más adelante, pudiera encontrar un trabajo remunerado, porque ahora tenía que hacerle compañía a su tía María, hermana de su padre, que estaba muy enferma y se encargaba de cuidarla hasta las cinco de la tarde cuando su prima Estela regresaba de su trabajo y la reemplazaba. Por ese motivo, no podía seguir estudiando por el momento, como era su deseo.
Se estaban acercando al Cementerio y Ayelén le señaló su casa y le dijo:
-Ya llegamos, parece mentira...  hemos caminado unas treinta cuadras más o menos, ¿no estás cansado?
Y se paró frente a una casa tipo americana de ventanas y puerta de color verde.
- No, para nada...
- Allí está el Cementerio. ¿ves algún fantasma?- y riéndose le preguntó: - ¿por qué no entrás conmigo así te presento a mi papá? Seguramente va a querer conocer al que me salvó la vida...
Federico giró la cabeza y le dio una larga mirada al Cementerio y a sus tres grandes puertas, a la placita con algunos juegos que está ubicada enfrente, a los habituales puestos de flores, a la florería en la otra esquina y a las marmolerías situadas un poco más lejos, cerca de la calle Rivadavia. Esa calle es el límite, no solamente porque hasta ahí llega el Cementerio sino porque también hasta ahí llega la ciudad. En esa esquina terminan San Miguel y su Cementerio, del otro lado de la calle Rivadavia empieza la ciudad de José C. Paz. Él no había cruzado ese límite, no conocía lo que había más allá.
Una tristeza grande lo embargó. Sabía que no iba a encontrar a Ayelén cuando se diera vuelta. Ayelén llegó a su casa y seguramente se puso a dormir un sueño muy diferente a los habituales, dormiría un año, exactamente un año, y se despertaría en el mismo lugar donde la encontró: a punto de ser atropellada por un auto. Hacía tres años que venía haciendo esta caminata en ese mismo día. Hacía tres años que rescataba a una joven de un accidente que en realidad había ocurrido un año antes. Y también sabía que seguiría salvándola en el futuro, porque se había enamorado de una de esas “leyendas urbanas” que salía el día de su muerte, para completar el recorrido que no pudo hacer cuatro años atrás. Una “leyenda urbana” que no sabía que había muerto, como él no lo supo la primera vez y se enteró por su padre, cuando fue a visitarla a su casa al día siguiente. Recordó su estupor, su dolor, y también su llanto cuando el padre le agradeció el haberla acompañado todo el trayecto hasta allí. Por eso sabía perfectamente lo que iba a pasar, sabía que iba a estar parado frente a su casa durante unos instantes y luego se iría.
Se dio vuelta, se puso a caminar despacio, a desandar lo andado, volvería a esas calles de la ciudad que ella amara y que ahora también eran parte de su vida. Iba a mezclarse con la muchedumbre para no encontrarse por un rato con la angustiosa realidad de su soledad dentro de su pequeño departamento ubicado en una torre del centro de San Miguel.








viernes, 21 de octubre de 2011

Alfonsina Storni - La inquietud del rosal









El rosal en su inquieto modo de florecer
va quemando la savia que alimenta su ser. 
¡Fijaos en las rosas que caen del rosal:
tantas son que la planta morirá de este mal!
El rosal no es adulto y su vida impaciente
se consume al dar flores precipitadamente.


Alfonsina Storni



Poesía Selecta, "La inquietud del rosal", Círculo de Lectores, S.A., 1982



Isabel Allende

Paisaje

Recorría sin descanso la inmensidad del sur con su pequeño ejército, adentrándose en los bosques húmedos y sombríos, bajo la alta cúpula verde tejida por los árboles más nobles y coronada por la soberbia araucaria, que se perfilaba contra el cielo con su dura geometría. Las patas de los caballos pisaban un colchón fragante de humus, mientras los jinetes se abrían camino con las espadas en la espesura, a ratos impenetrables, de los helechos. Cruzaban arroyos de agua frías, donde los pájaros solían quedar congelados en las orillas, las mismas aguas donde las madres mapuche sumergían a los recién nacidos. Los lagos eran prístinos espejos del azul intenso del cielo, tan quietos, podían contarse las piedrecillas en el fondo. Las arañas tejían sus encajes, perlados de rocío, entre las ramas de robles, arrayanes y avellanos. Las aves del bosque cantaban reunidas, diuca, chincol, jilguero, torcaza, tordo zorzal, y hasta el pájaro carpintero, marcando el ritmo con su infatigable tac-tac-tac. Al paso de los caballeros se levantaban nubes de mariposas y los venados, curiosos, se acercaban a saludar. La luz se filtraba entre las hojas y dibujaba sombras en el paisaje, la niebla subía del suelo tibio y envolvía el mundo en un hálito de misterio. Lluvia y más lluvia, ríos, lagos, cascadas de aguas blancas y espumosas, un universo líquido. Y al fondo, siempre, las montañas nevadas, los volcanes humeantes, las nubes viajeras. En otoño el paisaje era de oro y sangre, enjoyado, magnífico. A Pedro de Valdivia se le escapaba el alma y se le quedaba enredada entre los esbeltos troncos vestidos de musgo, fino terciopelo. El Jardín del Edén, la tierra prometida, el paraíso. Mudo, mojado de lágrimas, el conquistador conquistado iba descubriendo el lugar donde acaba la tierra, Chile.

Isabel Allende
(Fragmento)

Inés del alma mía (2006), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2008

domingo, 9 de octubre de 2011

Producciones Estudiantiles: Victoria Pirrotta


Apariencias


Cuando paso por los ventanales que dan a la casa de mi vecina siempre espero poder observar qué hay detrás de esas cortinas verdes, luminosas, con esa inexplicable aura que me atrae y mueve mi mirada hacia allí. No sé qué busco, trato de seguir una línea, un camino que recorro casi por inercia, como si mi cuerpo simplemente tendiera a determinado espacio. Freno, espero, sé que puedo optar por cambiar de rumbo, pero no encuentro un fundamento fuerte, un móvil importante para volar o cambiar.

Mi vecina se llama Eugenia, es una mujer adulta, de unos 35 años, sin grandes aspiraciones, al menos eso parece a simple vista. Nunca la veo salir de su casa, ese caserón lúgubre, con moho en las paredes amarillentas, de donde se destacan las cortinas verdes. Cuando paso por su puerta algo me llama a agudizar mis sentidos, me intriga qué puede realizar una mujer sola, al parecer sin trabajo, sin hijos ni marido en un hogar de tales dimensiones. A veces observo su jardín, descuidado, sucio, desprolijo, veo esa continuidad del moho y musgo de las paredes con el suelo, con el pasto, con las plantas resecas y marchitas como las ambiciones de su dueña. En muchas ocasiones fabulo sobre su historia, ya que en los 10 años que vivo junto a su casa jamás la vi salir, a excepción de las veces que saca la basura, todos los días a las 20.15 hs, siempre tiene mucho que desechar, en grandes bolsas negras de residuos.

El martes cumplía años el nietito de mi vecino de enfrente, entonces decidí pasar a saludar. No pude evitar destinar mi mirada a la casa de esa misteriosa mujer, no comprendo cómo a esa edad no se planteó tener una familia, una carrera, un empleo como el mío, a pesar de que no sé nada de ella siento que la conozco en profundidad, cada movimiento, cada instante en que su vacío se manifiesta. Por momentos temo que esa extraña tenga algo oscuro que ocultar, existen muchos misterios alrededor de ella que me intrigan, que me atraen, me deslumbran. Comencé a mirar fijo a su puerta, a tratar de vislumbrar en esa entrada mohosa la clave del aislamiento y la vida extraña que llevaba Eugenia. Creí ver movimientos, creí oír voces, creí participar de esa soledad aparente, de ese brillo que por momentos me repugnaba y por otros me encandilaba.

Un día, luego de largos momentos de preguntarme sobre mi vecina, decidí hacer algo con estos sentimientos mezclados, no sabía con precisión qué, a dónde me dispararían mis fantasías. Con determinación, me dirigí a esa oscura morada que tantas horas ocupó mi mirada. Fui segura, como quien conoce el camino, como por un sendero que ya conocía. Golpeé la puerta varias veces, al ver que nadie salía, comencé de a poco a entrar al domicilio de mi personaje. Luego de atravesar largos pasillos sucios, desordenados, desde donde se despedían olores nauseabundos, me encontré con ella. La miré un momento antes de hablarle, estaba sentada de espaldas a mí, mirando un gran patio trasero, tan intensamente mohoso como el que yo conocía por los exteriores. Decidí hablarle, pero temí que el momento tan esperado de contacto con mi protagonista llegara a un lugar de realidad cotidiana, que desate todos esos nudos que yo había entrelazado. Nos miramos un momento, ella ni se inmutó por mi presencia. No lo dudé ni un segundo, me senté a su lado y comencé a mirar ese bellísimo patio, profundo, resquebrajado, débil, solitario.


FIN

Victoria Analía Pirrotta

sábado, 8 de octubre de 2011

Francisco de Quevedo, Poesía amorosa

Con ejemplos muestra a Flora la brevedad de la hermosura para no malograrla

La mocedad del año,
la ambiciosa vergüenza[1] del jardín, el encarnado
oloroso rubí, Tiro abreviado[2],
también del año presunción hermosa;

    la ostentación lozana de la rosa,
deidad del campo, estrella del cercado,
el almendro, en su propia flor nevado,
que anticiparse a los calores osa,

    reprehensiones son, ¡oh, Flora!, mudas
de la hermosura y la soberbia humana,
que a las leyes de flor está sujeta.

    Tu edad se pasará mientras lo dudas;
de ayer te habrás de arrepentir mañana,
y tarde y con dolor serás discreta.


Francisco de Quevedo

Poesía Selecta, Los mejores libros de la Literatura Española, Editorial Abril-Siete Días, 1987






[1] Vergüenza del jardín: preciosa alusión al color sonrosado, como el del rostro cuando se averguenza.
[2] Tiro abreviado: alusión a la púrpura de Tiro, con cuantificación en el principio; “más intenso”

Esteban Echeverría, el poeta pensador


BUENOS AIRES, 1830
  
Cuando, en 1830, Echeverría regresa a Buenos Aires, ya ha aprendido a valorar la doble investidura de ideólogo y poeta, cuya coexistencia comprobó en sus años franceses. En 1831, el Diario de la tarde empieza a incluir con cierta periodicidad poemas suyos y, al año siguiente se publica Elvira o la novia del Plata; en 1834, aparecen Los consuelos y, en 1837, el mismo año de las actividades en el Salón Literario, Rimas, que incluye “La cautiva” y recoge un suceso fulminante, dentro de las modestas dimensiones de la ciudad y la turbulencia del período.

No puede subestimarse el "efecto Echeverría" sobre la formación cultural rioplatense de los años treinta. Su influencia, en una ciudad pequeña y periférica como Buenos Aires, se ejerce en la trama de las relaciones personales e intelectuales de las amistades literarias y políticas.  El "hermano mayor de la inteligencia" no podía dar proyección a su vocación de pensador, nos dice Gutiérrez, "si no se rodeaba de adeptos, de discípulos y de amigos que cooperasen con él a la regeneración de la Patria". ¿Y dónde iba a reclutarlos que no fuera entre "jóvenes inteligentes, instruidos y de carácter elevado"? Como había estado fuera del país, el poeta ignoraba que una promoción de jóvenes con esos atributos se había formado en Buenos Aires. Pero, prosigue Gutiérrez, en un lenguaje que sugiere la predestinación del encuentro entre los jóvenes y el intérprete de sus aspiraciones, "una atracción secreta y recíproca aproximaba a las dos entidades y comenzaron a ponerse en contacto en el 'Salón Literario'".

En esos años, Echeverría intentaba sistematizar sus ideas generales sobre las relaciones entre arte y sociedad en algunos escritos, fragmentarios, sobre problemas de estética. En De Staël y en el prefacio a Cromwell había leído que a cada etapa histórica corresponde un tipo de arte, "a cada siglo una poesía, y a cada pueblo o civilización sus formas";  y la reivindicación de esa originalidad se articula, en América, con el principio de independencia cultural respecto de España, fuertemente expuesto también en las intervenciones de Juan María Gutiérrez en el Salón Literario.  Relativismo, reivindicación de la singularidad, historicismo y nacionalismo cultural se reúnen en un haz de temas que, aprendidos en los franceses o en Herder (la traducción de las Ideas sobre la filosofía de la historia de la humanidad apareció en París en 1827), no sólo actualizan, en un sentido europeo, la discusión rioplatense sino que son funcionales a las necesidades ideológico-políticas en dos dimensiones distintas: por un lado, promueven la completa escisión cultural respecto de España que significa concluir las tareas de independencia política comenzadas en mayo de 1810; por el otro, proporcionan una argumentación cultural y estética al conflicto más o menos abierto entre los jóvenes del 37 y los rivadavianos.
Construir a partir de cero una cultura, romper con la tradición colonial y fundar en el "desierto": en esta mezcla de diagnóstico y programa, Echeverría quiere, por un lado, que la nueva poesía trabaje a partir de los colores de la naturaleza física que nos rodea, sea a la vez el cuadro vivo de nuestras costumbres, y la expresión más elevada de nuestras ideas dominantes, de los sentimientos y pasiones que nacen del choque inmediato de nuestros sociales intereses, y en cuya esfera se mueve nuestra cultura intelectual.

La paradoja romántica que en las reflexiones francesas residía en la reivindicación de un pasado nacional y, al mismo tiempo, de los derechos supremos de lo contemporáneo y lo nuevo, exhibe, en el Río de la Plata una ironía suplementaria: ¿cómo la literatura será en efecto, expresión de nuestras ideas dominantes, cuando Echeverría afirma también el vacío de sistema filosófico y la inexistencia de una "razón argentina"?, ¿cómo expresar literariamente una cultura y una sociedad que se juzga necesario fundar? La paradoja romántica, el círculo en el cual la nueva literatura persigue la expresión de la nueva sociedad que aún no existe, la nueva sociedad que sólo llegará a erigirse sobre la base sólida de una nueva cultura, atraviesa los discursos inaugurales del Salón Literario, las intervenciones de Echeverría en ese ámbito y sus consideraciones en la Ojeada retrospectiva. La paradoja exige que el arte nuevo refleje las costumbres y civilización argentinas y, al mismo tiempo las funde.

No se puede subestimar la importancia de los letrados para este proyecto. Son los letrados los que pueden encontrar esas verdades concretas que la literatura deberá expresar en su traducción sensible y afectiva. Pero son también los letrados quienes hacen posible el escenario público donde esas verdades pueden exponerse. En los letrados recae, por otra parte, la responsabilidad de ser originales, y la poesía, especialmente, deberá hacerse cargo de abrir el camino en una sociedad que es nueva, pero que carga con una herencia de la que es necesario separarse para que esa novedad (y fidelidad a lo "real") se realice por completo. Una literatura nacional (de ello está seguro Echeverría) es tan indispensable como las ciencias, la religión y las instituciones en la formación de la comunidad. Sobre los letrados cae la doble tarea de ser originales, rompiendo con el pasado colonial hispánico, y producir a partir de las ideas leídas en los libros franceses y en las traducciones francesas de libros alemanes, una nueva cultura.

La poesía lírica, sus proyectos de obras épico-narrativas largas, byronianas, La cautiva, el plan de reunir las "canciones nacionales", son los esfuerzos por amasar esa riqueza real ausente del Río de la Plata. En esta sociedad de los treinta que no puede vencer las dificultades de su organización institucional ni escribir las leyes que podrían regirla, el poeta que, frente al sentido común, incluso para el sentido común de intelectuales como Sarmiento, debería ocuparse en tareas más vinculadas con la resolución de problemas urgentes, es una de las garantías de la empresa cultural nacional. Eso explica el lugar que la escritura poética ocupa en la obra de Echeverría, quien piensa que ella no entra en contradicción con la intervención política; sólo en dos o tres ocasiones se refiere al conflicto entre la energía dedicada a la literatura y las exigencias o el tiempo requerido por otras prácticas.

Si la traducción de estas convicciones al clima político y social rioplatense tiene mucho más de gesto programático que de trama concreta de prácticas y discursos, esto tiene que ver no sólo con el voluntarismo cultural de la generación del 37 y su jefe de escuela. También proviene del carácter lábil y en formación de la nueva sociedad criolla poscolonial, donde, como ya se ha señalado muchas veces, la acción de los intelectuales reemplaza la de otras fuerzas de la incipiente sociedad civil.

Por eso, no extraña que quienes, como Alberdi, estaban desde un comienzo básicamente preocupados por la organización institucional y la teoría política que debería hacerla posible, reconozcan también el liderazgo de Echeverría, que gusta reivindicarse como poeta. No extraña tampoco que las Rimas y Los consuelos (hoy reducidos a la banalidad) fueran leídos como parte del nuevo evangelio social y político. Y que, del mismo modo, De Angelis se irritara más de lo verosímil con la modesta nombradía rioplatense de su autor. La lírica breve, ciertamente mediocre, y los poemas largos que, a excepción de La cautiva, hoy casi no pueden ser leídos, probaron a los contemporáneos de Echeverría, por lo menos hasta su exilio montevideano donde se acentúan las excentricidades que marcó Sarmiento en los Viajes, que él había encontrado como dice Paul Bénichou de Beranger "el secreto de la poesía lírica que convenía" a los argentinos

  
CARLOS ALTAMIRANO
BEATRIZ SARLO
Fragmentos de ENSAYOS ARGENTINOS. De Sarmiento a la vanguardia
© 1997, Compañía Editora Espasa Calpe Argentina S.A. / Ariel

sábado, 1 de octubre de 2011

Pueblos Originarios

 HABLANDO CON LA GENTE DE LA TIERRA DE ARRIBA

Cabalgo en círculo, llevado por el aliento
de los animales
que te ofrecí en sacrificio.
Galopo, galopo, soñando voy
por los caminos del cielo.
De todos lados vienen a saludarme
las estrellas
OO!! Anciana, anciano,
doncella y joven de la Tierra
de Arriba
en vuestro azul se regocija mi sangre.

            Elicura Chihuailaf


Elicura Chihuailaf Nahuelpán (n. Quechurehue, Chile, en 1952) es un poeta chileno mapuche. Es uno de los más connotados escritores mapuches y su obra es principalmente bilingüe, en mapudungun y español.

ALFREDO LEMON



PASIÓN EN EL CAMINO

Hoy es domingo. En apariencia, los seres de estas latitudes están descansando, cultivando un jardín como quería Voltaire o simplemente disfrutan de un sosiego reparador. Otros, cada vez más cerca de la miseria, ven pasar las horas de su hastío. Sólo unos pocos, hoy domingo, desafían las leyes de la física que tanto han preocupado a Newton, Einstein o Hawking.
Hace muchos años que intento ver el rostro del Absoluto. Hoy es domingo, ¿acaso también Él descansa ?. Pienso que si traspaso el límite de los trescientos kilómetros por hora podré ver su forma, su perfil desconocido. Aunque en verdad me contradigo. Nunca lo he confesado antes: una vez lo he visto: en las curvas, en los trompos, en los derrapes. La imagen no es clara. Parece tener una túnica celeste, rostro amable, barba de anciano. Ha sido también en esos momentos cuando estirando mi mano me pareció rozarlo pero perdía el contacto y el velocímetro descendía a doscientos ochenta, doscientos cincuenta...
He ido a contra-reloj. Sólo una vez, por única vez, en el circuito de Ímola, logré que me tomara la mano y la muñeca. Fue una cuestión de segundos. Fue una cuestión sublime, de eternidad.
Cuando reaccioné, ví que desde el aire llegaban helicópteros, desde los costados corrían ambulancias, gente desesperada y gritando, médicos haciéndole traqueotomías a mi cuerpo que yacía en el asfalto, los dueños de la escudería sacando cuentas por las pérdidas, sacerdotes orando por mi alma, el público en silencio enmudecido y sorprendido, homenaje y pena... Todos como actores de una tragedia cumpliendo sus roles puntualmente.
Creo que a lo mejor en estos años tensé demasiado el arco del destino, haciéndole frente a la naturaleza retando a la muerte en bólidos de fuego.
No sé si me habré reído de los dioses, no sé si tuve coraje, no sé si me arrepiento en conciencia. Quizás, la única tristeza que ahora me invade es cuando recuerdo a mi pueblo, allá en el sur de Sudamérica.
Presiento que muchos corazones habrán dejado de palpitar en sintonía con el mío, un día como hoy, domingo, cada vez que me sentaba al volante, apretaba el acelerador y me lanzaba al vacío.
Toda búsqueda vale la pena. Todos nosotros, cada cual a su manera, trata de entender la lógica del mundo.
Los que se entregan a sus sueños, los románticos, los amantes, los vulnerables, los misericordiosos, los intrépidos, tendrán un lugar privilegiado aquí junto a mí.
Al fin, es la pasión por vivir lo que nos otorga un leve sentido a la existencia.
Al fin, es la pasión por vivir lo que no tiene fin !

(Esta carta fue encontrada en el bolsillo de un paciente internado en una Clínica Psiquiátrica que se hacía llamar Ayrton Senna y vociferaba que había muerto el 1º de mayo de 1994 en un autódromo de Italia).

redesdepapel.blogspot.com


Dante Alighieri

 
Dante Alighieri (1265-1321), fue poeta, prosista, teórico de la literatura, filósofo y pensador político italiano. Está considerado como una de las figuras más sobresalientes de la literatura universal, admirado por su espiritualidad y por su profundidad intelectual.

Dante nació en Florencia, en los últimos días de mayo o los primeros de junio del año 1265, en el seno de una familia que pertenecía a la pequeña nobleza. Su madre murió cuando todavía era pequeño, y su padre al cumplir los 18 años. El acontecimiento más importante de la juventud de Dante Alighieri, según su propio testimonio, fue conocer, en el año 1274, a Beatriz, la mujer a quien amó y a la que exaltó como símbolo supremo de la gracia divina, primero en la Vida nueva y, más tarde, en su obra maestra, la Divina Comedia. Los especialistas han identificado a Bice di Folco como la noble florentina Bice di Folco Portinari, que murió en 1290, con apenas 20 años. Dante sólo la vio en tres ocasiones y nunca habló con ella, pero eso fue suficiente para que se convirtiera en la musa inspiradora de casi toda su obra.

Se sabe muy poco acerca de la educación de Dante, aunque sus libros reflejan una amplia erudición que comprendía casi todo el conocimiento de la época. En sus comienzos recibió una gran influencia de las obras del filósofo y retórico Brunetto Latini, que aparece, por otro lado, como personaje destacado en la Divina Comedia. Hacia 1285 se encontraba en Bolonia, y se supone que estudió en la universidad de esa ciudad. Durante las luchas políticas que tuvieron lugar en la Italia de aquellos años, se unió en un principio al bando de los güelfos, opuestos a los gibelinos (véase güelfos y gibelinos). En 1289 formaba parte del Ejército güelfo de la ciudad de Florencia que combatió en la batalla de Campaldino, en la que los güelfos vencieron a los gibelinos de Pisa y Arezzo. Por esa misma época se casó con Gemma di Manetto Donati, perteneciente a una destacada familia güelfa florentina.
 
La primera obra literaria de Dante fue la Vida nueva, escrita muy poco después de la muerte de Beatriz. Se compone de poemas que responden a la estructura del soneto y de la canción o canzone, entre los que se intercalan textos en prosa. En ella se narran acontecimientos relacionados con el amor del poeta hacia Beatriz, como el sueño en el que Dante la ve muerta, la muerte real de la joven y la decisión del enamorado que, desesperado, decide escribir una obra literaria dedicada a ella, como último monumento a su amor.

La Vida nueva muestra claramente la influencia de la poesía amorosa trovadoresca (véase Trovadores y troveros) de la Provenza francesa, y supone el punto culminante del Dolce Stil Nuovo, nombre que recibe la poesía escrita en la lengua vernácula en la Florencia de aquellos años. Esta obra consigue superar la tradición provenzal, pues describe los sentimientos amorosos del poeta de una manera sublime e idealista, pero insinúa una elevada espiritualidad muy próxima al misticismo. La Vida nueva, con su contenida intensidad de sentimientos, constituye una de las grandes obras de la literatura europea. La obra probablemente fue escrita entre 1292 y 1293 o incluso 1294.

Durante cinco años, Dante participó activamente en la vida política de Florencia. Ciertos documentos fechados en 1295 le sitúan inscrito en el gremio de médicos y boticarios, ya que quienes no pertenecían a la nobleza no podían participar en el gobierno de la ciudad a no ser que fueran miembros de una corporación. En 1300 partió hacia San Gimignano al frente de una misión diplomática. Ese mismo año fue elegido como uno de los seis magistrados de Florencia, cargo en el que se mantuvo sólo dos meses. Durante su mandato se profundizó la rivalidad existente entre las dos facciones del partido güelfo florentino, los llamados negros, que veían en el Papa un interesante aliado contra el poder imperial, y los blancos, que pretendían mantenerse independientes tanto del Papa como del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Con el fin de mantener la paz en la vida política florentina, se decidió desterrar a los jefes de las dos facciones enfrentadas. Sin embargo, apoyados por el papa Bonifacio VIII, los cabecillas de los güelfos negros regresaron a Florencia en 1301 y se apoderaron del gobierno de la ciudad. Dante, que se había opuesto al papa Bonifacio VIII, fue expulsado por un periodo de dos años y le impusieron una elevada multa. Al no hacerla efectiva le amenazaron con ejecutarlo si regresaba a la ciudad.

El exilio del poeta transcurrió entre Verona y otras ciudades del norte de Italia. Vivió en París entre 1307 y 1309. Durante este periodo de tiempo, sus ideas políticas sufrieron una considerable mutación y abrazó la causa de los gibelinos, que aspiraban a la unificación de Europa bajo el gobierno de un emperador culto y competente.

Durante los primeros años de exilio, el poeta escribió dos importantes obras en latín. La primera de ellas, De vulgari eloquentia (1304-1305), es un tratado sobre las ventajas que supondría el uso del italiano como lengua literaria. En él defiende la utilización de la lengua vernácula, establece criterios para su buen uso como lengua escrita y concluye con una sección dedicada a la crítica de algunas obras en lengua vernácula. La segunda de ellas, la inconclusa Convivio (1304-1307), fue concebida como una recopilación o enciclopedia, en 15 volúmenes, del conocimiento de la época. El primero de los tomos sería un volumen introductorio, mientras que los 14 restantes incluirían otros tantos comentarios en forma de poema. Sólo logró completar los 4 primeros libros.

Los anhelos políticos de Dante se vieron espoleados con la llegada a Italia de Enrique VII, rey de Alemania y cabeza del Sacro Imperio Romano Germánico. Las intenciones del emperador consistían en unificar Italia bajo su soberanía. En medio de una febril actividad, Dante escribió a numerosos príncipes y líderes políticos italianos, urgiéndoles a dar la bienvenida al emperador y apoyarlo en sus deseos de unificar la península Itálica, pues era la mejor manera de terminar con las luchas entre las distintas ciudades y en el interior de éstas. La muerte de Enrique VII en Siena, el año 1313, acabó con las esperanzas políticas del poeta. El tratado Monarchia (1310), escrito en latín probablemente durante la estancia del emperador en Italia, constituye una exposición detallada de sus ideas, entre las cuales se encuentran la necesidad de la existencia de un Sacro Imperio y la separación total de Iglesia y Estado.

En 1316 la ciudad de Florencia ofreció a Dante la posibilidad de regresar, pero las condiciones que puso para ello eran las mismas que solían imponerse a los criminales perdonados por las autoridades de la ciudad. El poeta rechazó el ofrecimiento, argumentando que jamás regresaría a menos que le fuesen restituidos por completo su dignidad y su honor. Siguió, por tanto, viviendo en el exilio, y pasó sus últimos años en Ravena, donde murió el 13 o el 14 de septiembre de 1321. Fue enterrado en esta ciudad, pero sus restos han sido reclamados durante siglos por los florentinos, que le tenían reservada una sepultura en la iglesia de la Santa Croce.

Entre las obras menores que escribió durante este periodo se encuentran Quaestio de aqua et terra y dos églogas también en latín. La primera de las tres obras es un tratado cosmológico sobre una cuestión frecuente entre los pensadores de ese momento: si la superficie de las aguas es mayor que la de la tierra. Las églogas estaban inspiradas en el modelo desarrollado por el poeta clásico romano Virgilio, a quien Dante consideraba su más importante y duradera inspiración.
 

Dante debió de comenzar su obra maestra, la Divina Comedia, alrededor de 1307 y la concluyó probablemente poco antes de su muerte. Se trata de una narración alegórica en verso, de gran precisión y fuerza dramática, en la que se describe el imaginario viaje del poeta a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Está dividida en tres grandes secciones, que reciben su título de las tres etapas del recorrido. En cada uno de estos tres mundos Dante se va encontrando con personajes mitológicos, históricos o contemporáneos suyos, cada uno de los cuales simboliza un defecto o virtud, ya sea en el terreno de la política como en el de la religión. Así, los castigos o las recompensas que reciben por sus obras ilustran un esquema universal de valores morales. Durante su periplo a través del Infierno y el Purgatorio, el guía del poeta es Virgilio, alabado por Dante como el representante máximo de la razón. Beatriz, a quien Dante consideró siempre tanto la manifestación como el instrumento de la voluntad divina, lo guía a través del Paraíso.
 

Cada una de las secciones incluye 33 cantos, excepto la primera, que incluye uno más y sirve como introducción. Este extenso poema está escrito en terza rima, una estructura rimada cuya distribución es la siguiente: ABA BCB CDC... etc.. La intención de Dante al componer este poema era llegar al mayor número posible de lectores, y por ello lo escribió en italiano, y no en latín. Lo tituló Commedia porque tiene un final feliz, en el Paraíso, al que llega al final de su viaje. El poeta puede por fin contemplar a Dios y siente cómo su propia voluntad se funde con la divina. Este adjetivo, divina, no apareció en el título hasta la edición de 1555, llevada a cabo por Ludovico Dolce.

La obra, que constituye un catálogo del pensamiento político, científico y filosófico de su tiempo, puede interpretarse en cuatro niveles: el literal, el alegórico, el moral y el místico. Ciertamente, es una impresionante dramatización de toda la teología cristiana medieval, pero, más allá de esta consideración, el viaje imaginario de Dante puede ser interpretado como una alegoría de la purificación del alma y de la consecución de la paz bajo la guía de la razón y el amor.

Ya en el siglo XV muchas ciudades italianas habían creado agrupaciones de especialistas dedicadas al estudio de la Divina Comedia. Durante los siglos que siguieron a la invención de la imprenta aparecieron más de 400 ediciones distintas sólo en Italia. La epopeya dantesca ha inspirado, además, a numerosos artistas, hasta el punto de que han aparecido ediciones ilustradas por los maestros italianos del renacimiento Sandro Botticelli y Miguel Ángel, por los artistas ingleses John Flaxman y William Blake, y por el ilustrador francés Gustave Doré. El compositor italiano Gioacchino Antonio Rossini y el alemán Robert Schumann pusieron música a algunos fragmentos del poema, y el húngaro Franz Liszt se inspiró en él para componer un poema sinfónico. El compositor contemporáneo italiano Luciano Berio también ha utilizado versos de Dante en su composición Laborintus II.

La Divina Comedia ha sido traducida a más de 25 idiomas. La primera edición en castellano fue la de Enrique de Villena, a principios del siglo XV, hoy perdida. De 1429 data una versión catalana, en verso, de Andreu Febrer, y en 1555 Pedro Fernández de Villegas tradujo el Infierno. Entre las versiones modernas al castellano destacan la de Cayetano Rosell (1871-1872); en verso, y muy difundida en su época fue la del conde de Cheste (1879) y la del argentino Bartolomé Mitre (1894), también en verso. En catalán sobresalen la de Jacint Verdaguer (1879) y la de Sagarra (1950-1952).

La influencia de Dante en la literatura española de los siglos XV y XVI fue muy importante, a partir, sobre todo, de la obra de Juan de Mena El laberinto de Fortuna o Las trescientas, terminada en 1444.


Encarta , 2005.