sábado, 9 de julio de 2011

Martin Kohan, "Elogio a la miopía"

Elogio de la miopía (Sobre "Muero Contento" de Martín Kohan)
Por: Martín Kohan
Fecha: 04/07/1994

Para incursionar en el subgénero relato-de-origen-de-un-texto-literario, quizá sería mejor haber llevado una vida intensa, más o menos rica en experiencia, una vida capaz de albergar, por lo menos una vez, alguna forma de aventura, algo para contar. Se tiende a creer, sin precisión pero con frecuencia, que un libro interesante proviene de las experiencias interesantes que haya sido capaz de vivir su autor.

Acaso mi arraigada convicción en sentido contrario sea solamente una forma precaria del conformismo o de la resignación, pero lo cierto es que, por mi parte, he de decir que no escribo, no se me ocurriría escribir a partir de una experiencia intensa, porque precisamente para experiencias cuento con la escritura.

Los relatos que integran ?Muero contento? tienen entonces otra clase de origen, ajeno a esas vidas que valen la pena: un origen que en cambio yo definiría como el interés por ?una forma de mirar?.

Hay algo en la forma de mirar de las personas que no ven bien, la forma en que miran los miopes: su manera de acercarse al objeto, de casi sumergirse en él, olvidándose por lo tanto del mundo, ajenos a lo que pueda suceder. Recuerdo una fotografía de Sara Facio en la que se ve a Borges leyendo: se lo ve pegando a la página sus ojos ya casi completamente ciegos, sustraído del mundo en el gesto de acercarse a leer, pero sustrayendo también el mundo para aquel que contempla la fotografía.

La forma en que miran las personas que no ven bien es de por sí una especie de metáfora de la lectura (por eso la imagen de Borges leyendo duplica el efecto): se hunden en el objeto mirado así como se dice que un lector se hunde en el libro que lee; la necesidad de aproximarse al objeto mirado los obliga a desentenderse de todos los otros objetos, del mismo modo en que un lector entra en la lectura desentendiéndose de lo real.

De manera que podría decirse que ese no ver bien define toda una forma de relacionarse con el mundo: por lo pronto no cabe, diría que por definición, la llamada visión de conjunto, la mirada panorámica o la posibilidad de ver varias cosas a la vez; el intento de una mirada realmente abarcatoria se vuelve puro caos y confusión (se podría volver a ese alguien que, como ya he dicho y es notorio, no veía bien, y que imaginó la posibilidad de ver todas las cosas a la vez pero en un solo punto, y de un modo que no resultara caótico; a eso le llamo ?aleph?).

Esta forma de mirar las cosas de a una, y tan de cerca que no sea posible ver a la vez otras, creo que expresa también lo que son los ?modos de la obsesión?. Volviendo a ?Muero contento?, advierto ahora que en varios de los cuentos aparecen personajes que no ven bien; claro que no se trata de eso, o por lo menos no se trata solamente de eso: lo que me interesó narrar es la situación de los que, obsesionados por determinada cosa (una fotografía, un libro, una frase o solamente una palabra), no logran reparar en ninguna otra: la situación de los que se desajustan con respecto al mundo clavando su atención en un único punto.

Si ese punto, ese único punto que desplaza a todos los otros, fuera considerado más noble, más digno, más elevado que el mundo todo, nacería una figura heroica: el héroe del sacrificio y el renunciamiento: digamos, para el caso, José de San Martín. De ser así, este libro se hubiese llamado, por ejemplo: ?Serás lo que debas ser?, y su personajes sería capaz de mirar a lo lejos y verlo todo. Pero en cambio se llama ?Muero contento?, y en el cuento que lleva ese título aparece un sargento Cabral que, sumergido en la batalla, no ve ni entiende nada (se muere triste, triste de morirse, como nos moriremos todos, sólo que cierto pudor castrense lo induce, en el instante final, a la mentira).

Si hay entonces una forma de mirar (la del obsesivo, o la de aquel que no ve bien si no se acerca( que provoca un desajuste con el mundo, creo que en ese desajuste con el mundo hay algo de literario. O incluso más: que ese desajuste con el mundo es una forma de entender la literatura.

La pregunta por el origen es siempre una pregunta a la que sobrevuela el riesgo de la metafísica; la pregunta por el origen de un libro contiene el riesgo de auratizar la figura del escritor, por encima de los textos y de la literatura misma. Diría que los relatos de ?Muero contento? parten de mi relación con la literatura: de lo que entiendo por literatura y de la literatura que he leído. Pero esta relación no debe preceder ni predominar sobre la que tenga el lector. En ese sentido, ?Muero contento? parte también de lo que cada lector entienda por literatura y de la literatura que haya leído. Paradójicamente, ese lugar de llegada constituye también un origen. Siento curiosidad por saber qué puede decirme un lector sobre esos múltiples orígenes de este libro. No menos curiosidad que la que podría sentir un lector por saber qué es lo que tenía para decir yo.


Tomado de Página/12, Suplemento Radar Libros, 4 de julio de 1994.
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