“Casa tomada” integra el libro de relatos de Julio Cortázar, Bestiario, publicado en 1951. Este cuento se ha interpretado como una alegoría antiperonista. La casa tomada sería la Argentina elitista manejada por la oligarquía terrateniente invadida por las clases bajas peronistas
Julio Cortázar, inventor del peronismo
La correlación entre los primeros textos de ficción de Julio Cortázar (en un corte arbitrario, los que van de Los reyes (1949) a Final del juego (1956) y el primer gobierno peronista (1945-1955) se ha construido como hipótesis retrospectiva , sea porque la develación del contenido político implícito de su cuentos comienza a escribirse a principios de los sesenta, sea porque la novela en la cual esta relación aparece explicitada, El examen, se publica póstumamente en 1986. Es habitual comenzar la serie con la lectura de “Casa tomada” realizada por Juan José Sebreli en Buenos Aires, vida cotidiana y alienación[1]: “Un cuento de Julio Cortázar, “Casa tomada”, expresa fantásticamente esta angustiosa sensación de invasión que el cabecita negra provoca en la clase media”. Apenas una oración, y veintitrés palabras, han bastado para constituir la “Hipótesis Sebreli ”, a partir de, o contra la cual, han girado desde entonces todas las hipótesis sobre la viabilidad, o no, de leer en clave peronista los cuentos del primer Cortázar. Así, por citar sólo un ejemplo, Ricardo Piglia en “Rozenmacher y la casa tomada”: <<”Cabecita negra” puede considerarse una versión irónica de “Casa tomada” de Julio Cortázar […] La interpretación de Sebreli define mejor a Sebreli que al cuento de Cortázar pero de todos modos se ha convertido en un lugar común de la crítica y se superpone con el cuento mismo. “Cabecita negra” es un comentario al comentario de Sebreli. No sólo porque el texto de Rozenmacher cita explícitamente el relato de Cortázar (“La casa estaba tomada”) sino porque la invasión del recinto privado de la clase media por el cabecita negra se convierte en la anécdota del cuento>>[2].
“Casa Tomada” presenta el caso de un hermano y una hermana, representantes de una oligarquía terrateniente en decadencia, que viven en incestuosa soltería en la casa familiar, de la cual son expulsados por fuerzas extrañas, nombradas solo con un “ellos” tácito, que se manifiestan únicamente por ruidos en las habitaciones que van ocupando. En “Cabecita negra”, la hermana y el hermano son los invasores no los invadidos: una sirvientita embarazada y su hermano policía, dos “cabecitas” en el sentido más propio de la palabra se meten en la casa del señor Lanari, un pequeño burgués avaro, racista y reaccionario, quien tras la invasión “supo que desde entonces jamás estaría seguro de nada. De nada”.
El único problema con la hipótesis de Ricardo Piglia, claro, es que “Cabecita negra”, como él mismo señala, se publica en 1962 (y se escribe aún antes, en 1961) y la primera edición del libro de Sebreli es de 1964. Parecería, entonces, que el orden es el inverso, y que es Sebreli quien lee a Cortázar desde Rozenmacher, de hecho, su formulación: “... expresa fantásticamente esa angustiosa sensación de invasión que el cabecita negra provoca en la clase media” remite de manera directa al relato de este.
Lo importante, de todos modos, no es establecer quien llegó primero[3], sino admitir que la lectura Rozenmacher-Sebreli de “Casa tomada”, lejos de constituir un disparate o un divague, se ha convertido en la mala lectura o lectura fuerte, de “Casa tomada”, hasta el punto de que ningún crítico que quiera interpretar el cuento de Cortázar en otra clave puede darse el lujo de desecharla y mucho menos de ignorarla, sino que se siente obligado a refutarla. Pero como sucede con las “soluciones” a la paradoja de Aquiles y la tortuga, la lectura peronista de “Casa Tomada”, resiste todos los intentos de silenciarla y, como Ricardo Piglia bien señala, “se superpone con el cuento mismo”.
Y sin embargo es evidente que el cuento no es una alegoría del peronismo, que antes de Rozenmacher y Sebreli el peronismo no era parte intrínseca de su hermenéutica[4] y que aun hoy miles de lectores, sobre todos los extranjeros, lo leen, entienden y aprecian sin tomar en absoluto en cuenta esta clave. El propio Cortázar sitúa el origen del cuento una “pesadilla” o “territorio onírico”. Esto, por supuesto, no refuta la interpretación: a lo sumo la complica: el peronismo engendró la pesadilla y la pesadilla inspiró el cuento.
Carlos Gamerro
Fragmento de “Julio Cortázar, inventor del peronismo”, en Ficciones Barrocas. Una lectura de Borges, Bioy Casares, Silvina Ocampo, Cortázar, Onetti y Felisberto Hernández, Buenos Aires, Eterna Cadencia S.R.L., 2010
[1] Juan José Sebreli, Buenos Aires, vida cotidiana y alienación, Buenos Aires, Siglo XX, 1966
[2] Ricardo Piglia, La Argentina en pedazos, Buenos Aires, La Urraca, 1993
[3] Ni mucho menos refutar a Ricardo Piglia: sub specie aeternitatis, su lectura es correcta.
[4] Después, sí. Llegará un momento en que ni siquiera haga falta argumentar: “In November 1946 he published “La casa tomada”, a story which in the context of the time was cleary anti-Peronist”, comenta así al pasar John King en su riguroso “Sur”: A Study of the Argentine Literary Journal and its Role in the Development of a Culture, 1931-1970, Cambridge, cup, 1986-
Excelente artículo. En los años setenta se insistía entre la crítica en la delirante hipótesis de la alegoría antiperonista de este cuento insuperable.
ResponderEliminarLa verdad so re gato amiwo
ResponderEliminarEl wacho tiene razon
Eliminarque dezi bo penesulin
EliminarPelotudo al menos terminaste la carrera?
EliminarMuy bueno! Lo vimos en una clase del secundario este relato
ResponderEliminarGracias
La verdad este artículo es bastante relevante en la historia de mi vida. Todos los que no esten de acuerdo pueden ir haciendo una fila para chuparme la pija.
ResponderEliminarDonde ago fila?... NDEAAA!
ResponderEliminarno se pero no quiero hacer la tarea
ResponderEliminarx2
EliminarLegolas sos el famoso chimichurri, te haces el picante pero siempre terminas arriba del chori nomas…
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