viernes, 17 de junio de 2011

Nuestros amigos también escriben

El payaso en el brocal

Desde el fondo del pozo, veo al payaso sordomudo en cuclillas que me observa, levantando las cejas. Se arrodilla y estira el brazo en vano, no llego. Se pone de pie y observa el horizonte hacia los lados. Hace monerías para entretenerme que no me causan la menor gracia, solo espero que me saque, pero desaparece.
Cada minuto de su ausencia parece un siglo, me ilusiono con la soga, pero vuelve con un bidón de agua y una hogaza de pan. Se pone una palma de su mano horizontal sobre sus ojos para tratar de verme, pero frunce el seño, yo me quedo con su figura recortada delante de un cielo celeste intenso. El se pone de pie con los brazos en jarra y vuelve a observar hacia los lados, me hace una seña con la palma de la mano abierta y vuelve a desaparecer. Esta vez la tardanza es mayor. Vuelve cuando la oscuridad y el frío se hacían presente, para alcanzarme una manta. Siento agradecimiento hacia él, en mi ansiedad lo hice culpable de mi desgracia.
A la mañana siguiente, el cielo se oscureció, se veían los relámpagos amenazantes y las primeras gotas no demoraron en caer con una intensidad creciente. El payaso se asomó, miró el cielo y desapareció. Comencé a preocuparme, el agua comenzaba a cubrir mis tobillos y el payaso no volvía. El agua cubría mi cintura y yo rogaba al payaso como si fuera un dios pagano, él era mi única salvación. Cuando el agua cubrió mi pecho me aferré al bidón vacío, patalee y logre mantenerme a flote.
El payaso apareció, me vio, y entrelazo sus brazos mientras se mordía el labio inferior, yo le conteste con una sonrisa y él volvió a desaparecer pero regresó rápidamente con una sombrilla. Yo le dije que no cubriera el pozo, que si se llenaba podría salir. Él me contestó con una carcajada.  

                                                                   Ricardo Gómez                                            

No hay comentarios:

Publicar un comentario