Prólogo a Historias de Monstruos de
Juan Jacobo Bajarlía

La construcción de un monstruo, concebida y realizada por él arte o la
ciencia, es un quehacer legítimo de los humanos cuando el monstruo responde a
una "necesidad' previa y a una "meditación" consiguiente a
dicha necesidad: lo que no se tolera nunca es un monstruo que nace de la
casualidad, por una incompetencia del artífice o del científico. ¿Qué
necesidades pueden llevar al hombre hasta la construcción de un monstruo? Desde
los tiempos más antiguos la metafísica debió acudir a la invención de
criaturas monstruosas para simbolizar las "causas" primeras o
segundas y sobre todo sus mutuas incidencias en el orbe creado, lo cual
requiere una combinación de formas distintas en un solo animal. De tal modo,
la Esfinge del tebano Edipo, el Querub del profeta Ezequiel o cualquiera de
los monstruos que lanzó la mitología no son al fin sino claves esotéricas o
símbolos metafísicos de lectura fácil para el que conoce las leyes de tal
idioma.
Sin embargo, hay otros monstruos de creación humana que no responden a
esa vieja necesidad metafísica: son los que inventó, inventa e inventará el
hombre para manifestar una "extensión posible" de su propia naturaleza,
tanto en el bien como en el mal, o una "puesta en acto" de sus
virtualidades luminosas u obscuras. La construcción de un robot no expresaría,
en última instancia, sino el anhelo que siempre tuvo el hombre de vencer sus
conocidas limitaciones en el tiempo, en el espacio, en la fuerza física o en el
poderío intelectual. Por ejemplo, un "cerebro electrónico" (que al
fin de cuentas no es otra cosa que una útil monstruosidad) realiza el sueño de
extender hacia lo indefinido una potencia de cálculo tan limitada como la del
hombre. De igual modo, y en la esfera de lo demoníaco, un genio signado por la
maldad concentrará en un monstruo de su invención toda la potencia de su furia
destructora. Hoy día la ciencia, al admitir como posible la habitabilidad de
otros mundos por seres inteligentes, estimula la imaginación de la
"fanta-ciencia" que se ha lanzado a la creación de monstruos en
hipótesis que obedecen a dos tendencias anímicas diferentes: si la tendencia
es optimista, los monstruos extraterrestres han de ser portadores sublimes de
una luz que nos falta y de una paz que no tenemos; si la tendencia es
pesimista, serán monstruos crueles y de técnicas avanzadas que aspiran a
dominarnos o destruirnos. La misma ley de "necesidad" actúa en todos
los casos.
El presente libro de Juan Jacobo Bajarlía responde al segundo linaje de
monstruos que acabo de referir. Al tratarlos, Bajarlía se nos presenta como un
"zoólogo" de la monstruosidad en tanto que ciencia: él ha rastreado
en la historia de ayer y en la de hoy las huellas plántales de esas criaturas
que ha engendrado el hombre como paradigmas de sus ensueños o delirios. Pero
Bajarlía, además de un erudito en la materia, es un artífice que ha instalado
su Museo con la gracia viviente del arte.
Buenos Aires,
mayo de 1968
Leopoldo
Marechal
EDICIONES DE LA FLOR S.R .L., 1969
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