Amor América
(1400)
Antes de la
peluca y la casaca
fueron los
ríos, ríos arteriales:
fueron las
cordilleras, en cuya onda raída
el cóndor o
la nieve parecían inmóviles:
fue la
humedad y la espesura, el trueno
sin nombre
todavía, las pampas
planetarias.
El hombre
tierra fue, vasija, párpado
del barro
trémulo, forma de la arcilla,
fue cántaro
Caribe, piedra chibcha,
copa
imperial o sílice araucana.
Tierno y
sangriento fue, pero
en la empuñadura
de su arma
de cristal humedecido,
las iniciales
de la tierra estaban
escritas.
Nadie pudo
recordarlas
después: el viento
las olvidó,
el idioma del agua
fue
enterrado, las claves se perdieron
o se
inundaron en silencio o sangre.
No se perdió
la vida, hermanos pastorales.
Pero como
una rosa salvaje
cayó una
gota roja en la espesura,
y se apagó
una lámpara de tierra.
Yo estoy
aquí para contar la historia.
Desde la paz
del búfalo
hasta las
azotadas arenas
de la tierra
final, en las espumas
acumuladas
de la luz antártica,
y por las
madrigueras despeñadas
de la
sombría paz venezolana,
te buqué,
padre mío,
joven
guerrero de tiniebla y cobre,
o tú, planta
nupcial, cabellera indomable,
madre
caimán, metálica paloma.
Yo, incásico
del légamo,
toqué la
piedra y dije:
Quién
me espera? Y
apreté la mano
sobre un
puñado de cristal vacío.
Pero anduve
entre flores zapotecas
y dulce era
la luz como un venado,
y en la
sombra como un párpado verde.
Tierra mía
sin nombre, sin América,
estambre
equinoccial, lanza de púrpura,
tu aroma me
trepó por las raíces
hasta la
copa que bebía, hasta las más
delgada
palabra aún
no nacida de mi boca.
Pablo Neruda
Canto General,
Editorial Bruguera, 1986
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