Algunos aficionados a la magia postulan la existencia de espejos memoriosos, que guardan las imágenes aun en ausencia de los objetos reflejados.
El músico Ives Castagnino jura
que una tarde en La Perla de Flores le hizo gestos de simpatía a una jovencita
que descubrió en el espejo. En cierto momento, anotó el número de su teléfono
al revés en una servilleta que se puso luego en la frente. Ella tomó nota.
Suponiéndose aceptado, se dio vuelta para proseguir la seducción en forma
directa. La chica no estaba. Volvió a mirar el espejo y la vio ostensible y
contundente, con un solero a lunares.
Agotados los experimentos
ópticos, el músico calculó que aquel espejo conservaba imágenes del pasado y se
fue tranquilamente.
La tarde siguiente, se cruzó en
la puerta misma de La Perla con la jovencita del solero. Después de filosofar
brevemente, creyó entender que el espejo no reflejaba el pasado, sino el
futuro.
La confitería estaba desierta. La
chica se sentó en la misma mesa del día anterior. Castagnino -por capricho-
modificó su ubicación.
Al rato la buscó en el espejo y
no la encontró. Se
acercó entonces a la mesa y se disponía a hablarle, cuando vio que ella le
hacía caritas al espejo mientras anotaba un número de teléfono.
Castagnino captó al fin la
verdad: en el espejo de La Perla de Flores podía verse el pasado o el futuro,
según donde uno se sentara.
Perplejo ante aquellas
reflexiones, ganó la puerta y buscó una confitería sin espejos.
ALEJANDRO DOLINA
No hay comentarios:
Publicar un comentario