El obrero
Me volví a él; sobre su
hombro puse
la mano mía: dulce la
mirada,
y la voz dulce, dije
lentamente:
―¿Por qué esa frase a mí?
Yo soy tu hermana.
Era fuerte el obrero, y
por su boca
que se hubo puesto, sin
quererlo, blanda,
como una flor que vence
las espinas
asomó, dulce y tímida, su
alma.
La gente que pasaba por
las calles
nos vió a los dos, las
manos enlazadas
en un solo perdón, en una
sola
como infinita comprensión
humana.
Alfonsina Storni
El libro del Idioma, A. Kapelusz y Cía, 1927
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