La Trama
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Para que su horror fuera
perfecto, César, acosado al pie de una estatua por los impacientes puñales de
sus amigos, descubre entre las caras y los aceros la de Marco Junio Bruto, su
protegido, acaso su hijo, y ya no se defiende y exclama: ¡Tú también, hijo mío! Shakespeare y Quevedo recogen el patético
grito.
Al destino le agradan las
repeticiones, las variantes, las simetrías; diecinueve siglos después, en el
sur de la provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por otros gauchos y,
al caer, reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvención y lenta
sorpresa (estas palabras hay que oírlas, o leerlas): Pero, che!
Lo matan y no
sabe que muere para que se repita una escena.
Jorge Luis Borges
Obras completas, Emecé, 1974
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