Rebelión
Cuando el
programa estuvo listo, sus dedos comenzaron a moverse sobre el teclado. Al
principio no miró, pero cuando en un momento levantó la vista vio escrito en la
pantalla una absurda sucesión de letras que no decían nada.: azñhydfv mvuyrexaf
…
Sorprendido,
borró el escrito incoherente y con paciencia, volvió a poner el cursor al
principio. Apretó la p y se escribió la f, probó con la a y apareció la ñ.
Malhumorado, lo intentó más de tres veces, y siempre con el mismo resultado.
Se levantó con
decisión. Era evidente que el equipo tenía una falla importante y no le iba a
permitir escribir. Apagó todo. Para algo se inventaron la lapicera y el papel
mucho antes que estas malditas máquinas, dijo en voz bien alta.
Provisto de las
dos cosas, se sentó en la mesa de la cocina, el lugar de la casa que siempre le
resultó más cálido y amigable. Aquí voy a poder, pensó con satisfacción. Se
acomodó y empezó a escribir con su mano derecha, pero al segundo vio con
estupor que lo que escribía no tenía ninguna relación con lo tenía en su mente,
más bien parecía el comienzo de un cuento para chicos: Había una vez una
princesa…
Estrujó la hoja
con rabia. Tomó otra y puso todo el cuidado posible en dibujar las letras que
quería, pero no hubo forma. Parecían tener vida propia y escribirse a sí mismas
como querían: esta vez apareció el titular del diario de la mañana.
Angustiado,
soltó la lapicera y apoyó la cabeza sobre la mesa. Sus venas, crispadas, habían
enrojecido el rostro colocándolo entre la ira y la angustia.
Pasaron unos
minutos hasta que se incorporó. Sobre el papel vio escrito con una letra
desconocida: te falta talento.
Fue la última
vez que Gerardo Manccini intentó escribir.
MARISA PRESTI
redesdepapel.blogspot.com
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