El
ángel de la guarda

Ahora puedo dormir de
corrido toda la noche. Me acuesto como a las once y cuando me despierto son las
siete de la mañana. Después de tantos años de insomnio creo haber descubierto
la manera de dormir sin tomar las pastillas que usted me recetaba. ¿Se acuerda?
Al principio me causaban efecto y al poco tiempo terminaban excitándome cada
vez más, y entonces tenía que volver a verlo y usted me daba otras pastillas
más fuertes, hasta aquel día en que tuvo que internarme por una intoxicación
hepática, casi me muero. ¿Se acuerda? Bueno, yo sí, pero a pesar de todo no le
guardo rencor. Entonces éramos camaradas, los dos estábamos en la misma, y
además yo reconozco que era medio loquito, el colo Almada me decían.
El asunto es que venía a
verlo para agradecerle la paciencia de tantos años, y para contarle cómo fue
que logré dormir, por ahí le puede servir con otros pacientes y tal vez hasta
pueda ayudarlo.
¿Se acuerda del ángel de
la guarda? Ese que cuando éramos chicos nos decían que nos protegía. Bueno.
Resulta que una noche, a la tres de la madrugada, mientras miraba las cinco
ventanas iluminadas del edificio torre de enfrente de casa, encontré al mío.
Esas mismas cinco ventanas que le contaba cuando venía a verlo, que creía
habitadas por otros tantos insomnes como yo. Esas casas que imaginaba con seres
atormentados llenos de horror y tristeza. Bueno. Le cuento. Mientras miro la
torre siento que alguien se mete en mi cama y empieza a acariciarme la espalda.
Al principio me asusto y no quiero darme vuelta para ver quién es, y dejo que
siga con las caricias que empiezan a recorrerme todo el cuerpo.
Siento sólo la presencia
de una mano sedosa, ningún ser concreto en particular, como un ángel inmaterial
que me tranquiliza y me hace dormir. Cuando despierto pienso que todo ha sido
era un sueño, pero... ¿qué sueño? Si hacía años que no soñaba. ¿Se acuerda que
le decía? "Lo que más me jode de todo esto es que no puedo soñar".
Ese día no le di más
importancia al asunto, hasta que volví a casa y llegó la hora de meterme otra vez
en la cama. Esta vez no tuve que esperar tanto, el ángel como la noche
anterior, comenzó otra vez a acariciarme tan dulcemente que me entregué sin
resistencia, de inmediato. Y así me visitó noche tras noche, y en la medida que
nos fuimos conociendo por el contacto cuerpo a cuerpo, la mano fue adquiriendo
la forma de una mujer. Poco a poco fui reconociendo su cintura, sus piernas,
sus caderas, y sus senos voluminosos apoyándose sobre mi espalda. Una vez quise
darme vuelta para abrazarla y desapareció. ¿Se acuerda que me una vez me dijo
que no pretendiera controlarlo todo, que me dejara llevar por los sentimientos
y me entregara al sueño reparador? Bueno, ahora lo entiendo.
A llegar la primavera
empecé a acostarme totalmente desnudo esperando el placer de esas manos
eternas, acariciadoras, que fueron avanzando sobre las partes más íntimas de mi
cuerpo excitándome. Mire, se lo cuento y me avergüenzo. El ángel se había
convertido definitivamente en una mujer tierna y hermosa, pura y diabólica,
como jamás he conocido. Le juro que no tengo recuerdos de algo parecido, nunca
sentí que me hayan querido de esa forma, sin palabras de por medio, sin pedir
nada a cambio. En algún momento creí que era otra alucinación. ¿Se acuerda?.
Como esas que me agarraban después de una misión importante, cuando usted me
daba licencia hasta que se me pasara. Pero no, es una inmensa felicidad la que
me invade secuestrándome de la realidad cotidiana. Me siento poseído,
esclavizado a merced de todos sus deseos que no puedo rechazar. Al mismo tiempo
estoy desesperado por conocer a mi visitante nocturna y contarle mi historia,
decirle que no era merecedor de su amor, que soy un tipo jodido.
Una noche de luna llena
la vi, la luz se escurría entre las rendijas de la persiana del dormitorio cortando
la oscuridad con líneas blancas, como un pentagrama. Estoy seguro que me creyó
dormido y en un descuido se levantó de la cama, atravesó el haz luminoso
totalmente desnuda. Vi su imagen de una belleza inconmensurable y celestial,
caminando hacia la puerta, cuando quise alcanzarla desapareció.
Se lo cuento y se me pone
la piel de gallina. ¿Se acuerda cuando la conocí a Susana y usted me aconsejó?
"Cuidala, es una mina bárbara, si la maltratas las vas a perder".
Tuve miedo de que no
regresara, como lo habían hecho otras mujeres, pero después de tres noches de
insomnio volvió. Las reglas de nuestra relación son claras e implícitas. Los
ángeles no tienen sexo, a cambio del soñar debo renunciar a toda iniciativa.
Entonces que me dejaré someter pasivamente. Cada noche ingresaré a un mundo
desconocido de sueños encadenados unos a otros en un perpetuo continuo de
imágenes donde todo era posible, donde no había límites, donde lo deseado se
realizará antes del amanecer. A veces tengo miedo de tanto placer y siento mi
cuerpo estallar en mil fragmentos que no puedo juntar.
¿Se acuerda cuando usted
me decía: "Déjese llevar por el sueño, no tenga miedo que no se va a
morir"? Tenía razón. Ahora no le temo a la muerte, la muerte es la
felicidad, es terminar con las pesadillas que me persiguieron durante treinta
años. Recuerdo perfectamente cuando lo vine a ver por primera vez. Quería
abrirme de todo esto y pedirle la baja. Usted me dijo que no sintiera culpas ni
remordimientos, que era la guerra, que solamente se trata de cumplir órdenes.
Bueno, quería que supiera
lo que he sufrido y lo que he gozado. Ahora le toca a usted, el ángel de la
guarda me lo pidió y yo cumplo.
Carlos Margiotta
Redes de Papel, mayo 2013, año 18, número
202, Revista Literaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario