sábado, 23 de febrero de 2013

Jorge Rodríguez Sosa



Las mentiras de Pedro

Para el tiempo que llevo aquí, es bien poco lo que he podido conectarme con el mundo exterior. A veces llega alguna paloma que se posa en la ventana; o veo las mariposas y sé que es primavera.
No he vuelto a ver a Pedro.
¡Qué hombre Pedro! Todavía recuerdo como me hacía sentir… no creo que haya habido mujer más feliz que yo en ese entonces.
Bastaba su mirada para que el cielo se abriera, y ni hablar de sus besos hummmm…
Siempre he sido más bien fea; cuando fui estudiante, nunca tuve suerte con los muchachos.
Lo que más recibía eran insultos, y a veces alguna proposición deshonesta, debido sin dudas al cuerpo, que por ese entonces era bastante bonito, no como ahora.
A pesar de todo, Pedro sí se fijó en mi, y me lo hizo notar hasta el final (si es que hubo final).
Me decía cosas como: "Pimpollito mío, venga a hacerme unos mimos" o "qué lindos ojos tiene mi brujita". Y en él, bruja no sonaba a insulto, tenía más bien una dulzura infinita, porque lo decía mirándome de una forma…
¿Y en la cama?, ahí sí que era una gloria, yo no conocía mucho, pero sí había tenido otros hombres, y Pedro era el mejor.
Jamás dejó de decirme cosas bonitas o de besarme cada espacio de piel, o de amarme en mil formas diferentes. Inventó para mí, las mentiras más maravillosas, solía decirme lo bien que me veía desnuda (aunque yo me veía vieja y arrugada, o gorda), pero él parecía sincero, y yo le creía, necesitaba creerle, eran indispensables esas mentiras, que cada instante en nuestra casa, se hacían verdades tan grandes como la vida misma.
A veces, escucho a las mujeres comentar: "Yo detesto la mentira", si pudiera decirles que no saben nada, que se puede vivir feliz siendo objeto o víctima de las mentiras de que les hablo, esas mentiras me ayudaron a vivir.
No significa esto que Pedro no supiera lo fea que era (eso creo) o que desconociera mi carácter a veces agrio, no, él sabía como era, y veía que yo me daba cuenta de sus mentiras. Pero yo lo amé así, como él me amó a mí, a pesar de las mentiras, a causa de ellas…
Cuando me morí, llegó un hombre muy viejo a mi velorio. Tan viejo era que me costó reconocerlo, y acercándose hasta mi ataúd, con un largo suspiro dijo: "Estás tan linda como entonces, como cuando te conocí… acaso más delgada, pero igual de linda".
Recién entonces reconocí a Pedro. Estaba un poco más viejo, pero igual de mentiroso.

(Uruguay)
JORGE A. RODRÍGUEZ SOSA


Bajado de: redesdepapel.blogspot.com


Biografía de Jorge A. Rodríguez Sosa:


 

Nací en Carmelo en 1959.
A la edad de 9 años comencé a estudiar guitarra, a la vez, en el tiempo libre que me dejaba la escuela, comencé a trabajar por horas en un periódico que entonces se editaba, mi tarea era la de armar textos, con los antiguos tipos de plomo.

Una tarea en verdad fascinante que me abrió un mundo nuevo en cuanto a la lectura y la escritura; siempre impulsado por mis maestras, a quienes les debo su seguimiento y apoyo, pues aunque apenas alcancé el segundo año de secundaria, me dediqué a leer y a escribir, cuando me llegó el turno, con verdadera pasión.

Trabajando ocasionalmente en publicaciones de la localidad, fui desarrollando un hábito lector que se fue acentuando con los años, y que me impulsó a escribir algunas cosas, pero no fue sino hasta el año 95, en que comencé a tomar en serio la escritura, a partir del Archivo y Museo del Carmen, que forma un Taller Literario, en ese momento coordinado por la profesora Patricia Díaz, allí fue donde se confirmó mi afición por la escritura, al grado de que en 1997 sale a luz mi primer libro "La ventana" de cuentos cortos. Luego vendría la experiencia del Taller de introducción a la narrativa en Agraciada, en donde también armamos un pequeño libro. Luego la Primera antología de cuento y poesía en la ciudad de Tarariras, y ahora, al fin, mi segundo libro de cuentos ´"Cuentos del caminante" así como un poemario "De los confines del alma". Y trabajo en la preparación de un próximo libro para niños y adolescentes.

Radicado en Colonia del Sacramento Uruguay.

Bajado de: quedelibros.com



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