viernes, 13 de mayo de 2011

Producciones estudiantiles: Ana María Menghini

En el corazón del Paco

De pronto siente que los sonidos galopan en su estómago. Sonidos magníficos, puros, esenciales. Sonidos que se elevan hasta su pecho, y se desbocan, salvajes, por brazos y piernas. Sonidos que ascienden vertiginosos y estallan en su cerebro. Entonces, simplemente, dispara…

Es cerca del mediodía. El sol de abril se parece más al del verano que al del otoño. La camioneta de Francisco se zangolotea  bajo el peso de los bidones de agua potable y las gaseosas que el sodero va a dejar en el barrio cerrado que tiene a su derecha, además tiene que ver al tipo que lo llamó anoche y que vive en un caserón impresionante. Pero antes tiene que entrar en la villa para dejar la mercadería. Además quiere  pasar por la parroquia para ver cómo están las cosas con el padre José. ¡Qué personaje ese cura!- piensa Francisco - ¡El chabón está convencido de que con la ayuda de Dios podrá hacer algo por estos pendejos con cara de zombies!
Francisco se siente contento, el negocio marcha bien y si sigue así pronto podrá comprar una camioneta nueva, poner otro repartidor en su lugar y él dedicarse a algo más relajado. Pero antes tiene que entrar en la villa. Siempre se pone nervioso cuando llega  cerca de la entrada, en el cruce de Cruz y Oro. Esconde el celular por si las moscas y luego saluda a los pibes que están merodeando en la esquina. A él lo conocen, así que no hay drama, pero si fuera otro, seguro que tendría que pagar peaje.
-¡Chau, tío! –le grita un flaco que agita una latita de birra vacía.

A Guille le gusta el padre. Es un tipo joven, fachero. Su pelo rubio y largo y su barba de rockero enmarcan una cara de facciones suaves, pero que imponen autoridad. Debe ser por sus ojos, amplios y francos, que miran de frente y que no disimulan lo que  el cura siente cuando está con alguno de ellos. A Guille, su cara le recuerda una imagen de Jesús que tiene pinchada en la pared de su pieza junto a otra del Che. Y no solo le gusta, sino que también lo quiere, casi tanto como a su hermanito, Brian, que ahora está en el Posadas porque un degenerado lo abusó cuando cruzaba el campito, a la salida de la escuela.
A Guille le hubiera gustado ser músico. Pero no se pudo porque se necesita plata para un instrumento y para las clases de bajo. Se acuerda de aquella vez en que el cura lo invitó a su casa y le hizo escuchar música de antes, del flaco Spinetta, de los Beatles  y de un tal Bach que  lo puso del tomate. También recuerda que ese mismo día lo fue a ver porque estaba loco por lo que le pasó a Brian, y el cura le habló como si fuera un amigo, le dijo: “Mirá, cuando te sientas muy mal tratá de pensar en algo lindo, en algo que te guste. Hay bellas palabras que ayudan a vivir. Buscalas adentro, en tu corazón, y después escribilas para no olvidarlas. Un día, agarró un pedazo de tiza que se había robado del colegio y escribió en la pared de su pieza: “Hay tipos que para sobrevivir necesitan bellas palabras. A mí, denme sonidos”.
A Guille también le hubiera gustado ser albañil como su padrastro, ese paraguayo laburador y jodón que le dijo que le iba a enseñar el oficio. Pero no se pudo porque un día se cayó del andamio y se quebró la cadera. Ahora es su vieja la que sale a trabajar como niñera. Consiguió un laburo en una casa del barrio cerrado, dicen que es un caserón impresionante.

El padre José María está preocupado. Hace unos días le hicieron entrevistas que salieron en varios noticieros de televisión y fueron publicadas en los diarios. En ellas relata la comprometida situación por la que atraviesan los curas villeros que intentan hacer algo por los jóvenes que, sin trabajo y sin escuela, pasan sus días a merced de los traficantes de droga y armas. Denuncia que fueron amenazados de muerte por sujetos que suelen frecuentar los barrios, ocupados en ese comercio infame. Pero la mayoría de los que se enriquecen con el narcotráfico no viven en las villas- se empecina el cura.
El padre también está preocupado por Guille. Últimamente lo nota deprimido, turbado. Intentó hablar con él, pero no consiguió que le dijera algo. Es un buen pibe este Guille, es uno de los pocos que están trabajando seriamente para vencer la adicción. Pero ahora…Su mayor ilusión es ser músico, tal vez pueda conseguirle una beca para que aprenda a tocar el bajo. Mientras, sale a dar una vuelta en la bici para ver si lo encuentra.

Francisco está terminando el reparto. Pronto saldrá de la villa. No sería mala idea llamar a su mujer para que se prepare, porque a la noche van a ir a comer un asado a la casa del tipo que vive en el barrio cerrado. Pero antes tiene que ver a la Rosita, necesita hablar con ella. Hay cosas que sólo a ella puede confiar. Además, veremos qué  contesta a su proposición. Más le vale aceptar.

A Guille le gustó escuchar al cura cuando dijo que el noventa por ciento de la gente que vive en la villa es noble y trabajadora. Pero ahora está mal. Su vieja le contó una conversación que escuchó en la casa donde trabaja. Escuchó que llamaban por teléfono y decían: ¡Rajá de la villa o sos boleta!  Le recomendó que se cuidara porque anda por el barrio un tal Pancho o Paco, no sabe bien, que está amenazando al padre José y a los pibes que están con él. Pero peor es la conversación que él escuchó. No lo podía creer: ¿Su vieja y el tal Paco..?

El padre José está encrespado, le dijeron que vieron a Guille con una pipa, dando vueltas por ahí. Sabe que los pibes pierden noción de sus actos cuando están afectados por ese veneno. Se vuelven agresivos, salvajes, capaces de cualquier locura…Dios quiera que pueda encontrarlo pronto.

Ahora, Guille se siente como el Capitán Beto, ese que va por el espacio con una nave hecha en Haedo. Su miedo y su soledad están desapareciendo. Lleva la pipa a su boca. Y bueno, lo necesita para hacer lo que tiene que hacer. No puede permitir que al cura le pase algo. Bastante con lo de Pablo, su amigo del alma. Le pegaron cuatro tiros porque le estaba dando una mano al cura. ¡Y ese tipo que él conoce tan bien, queriendo convencer a su vieja para que entre en el negocio! ¡Y la amenazaba con hacerle algo a su familia!

Un par de días después, el padre José lee en el diario:

GOLPE AL NARCOTRÁFICO

La policía allanó ayer al mediodía una mansión del barrio cerrado “Las acacias”. Como resultado del procedimiento se encontró una gran cantidad de pasta base con la que se elabora el paco, la droga que causa estragos entre los jóvenes de escasos recursos ya que se consigue por muy poco dinero. El dueño de la casa es un conocido de la policía. Los investigadores estaban tras de sus pasos desde hacía tiempo. Se sabe que una  mujer que trabajaba en la casa del presunto traficante fue la denunciante. Se están investigando conexiones posibles entre este caso y un hecho de sangre ocurrido ayer en la villa lindera al barrio y del que damos cuenta en un recuadro aparte. (Ver…).


Ana María Menghini

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