Un poeta escandaloso

Por cuatro días la
carroza, acompañada sólo por los enterradores, marchó hacia Nottingham, al
norte. Respetuosos pueblerinos se reunían en cada aldea de la ruta, sorprendido
de que al poeta más popular de la época se le negara el honor de ser enterrado
en el rincón de los poetas de la abadía de Westminster. En vez de eso, se le
sepultaría en la cripta familiar en una modesta iglesia junto al hogar
ancestral.
Muerto a los 36
años, Byron fue adorado y odiado, temido y emulado, durante más de 15 años. Su
influencia definió una era y sus ideas y comportamiento anticiparon nuestras
concepciones del siglo XX acerca de la independencia nacional y la identidad
individual.
El libertinaje fue
algo así como un rasgo de familia, el cual practicó con entusiasmo en Newstead
Abbey, una hacienda de 12 hectáreas y ex-monasterio tomado por el rey Enrique
VIII cuando expulsó a la Iglesia Católica en el siglo XVI. El abuelo de Byron,
explorador y oficial naval se escandalizó tanto de los vicios ―incluyendo quizá
el incesto― de su hijo John, que lo desheredó. Pero “Jack el Loco”, como se lo
llamó al hijo, se fugó con una mujer adinerada. Ella y dos de sus hijos
murieron en Francia, pero su hija Augusta sobrevivió para jugar un exuberante
papel en la vida del poeta, provocando décadas después su exilio de la buena
sociedad.
“Jack el Loco”
regresó a Inglaterra, donde se relacionó con una rica pero notablemente fea
mujer escocesa llamada Catherine Gordon. Pero esta nueva boda no terminó con sus
andanzas y su infeliz esposa sufría de súbitos cambios de humor. En ese extraño
hogar nació George Gordon, futuro Lord Byron, el 22 de enero de 1788.
El bebé nació
encerrado en el amnios, o saco membranoso, y sufrió de displasia, condición en
que un músculo seco del muslo le deformó el pie derecho. El amnios no le hizo
daño alguno y sanó fácilmente. Pero el pie deforme le causó un trauma
inocultable para toda su vida, contrastando cruel e irónicamente con su hermoso
porte que posteriormente se hizo legendario.
“Jack el Loco”
abandonó el hogar cuando el niño tenía dos años, por lo que estuvo sujeto al
impredecible temperamento de su madre y sus imposibles demandas. Un tío abuelo
heredó Newstead Abbey y un título de nobleza. Abandonado por su esposa por sus
andanzas sexuales, el tío abuelo desheredó a su hijo por casarse por amor y no
por dinero. Al morir, la propiedad fue heredada por su sobrino nieto; a los
diez años George se hizo el sexto barón Byron.
Ahora importante, el
joven se hizo arrogante y obstinado alumno en Harrow, su escuela preparatoria,
y un estudiante pintorescamente rebelde en la Universidad de Cambridge. Pero ya
escribía poesía con extraordinaria soltura y publicó su primer libro de versos,
Horas de ocio, en 1807, siendo aún
estudiante. En la universidad se hizo notoria su insólita capacidad para atraer
amigos fieles y amantes apasionadas.
Como muchos otros
nobles del campo de la época, Byron pasaba días enteros sin hacer otra cosa que
montar, practicar esgrima, remar y cazar, además de pasar largas noches de
juerga con sus condiscípulos y su banda de atractivas y dispuestas sirvientas.
A los 21 años
ingresó a la Cámara de los Lores, pero el derrochador joven se aburrió e inició
un aventurado viaje al sur de Europa, en el que visitó Portugal, España, Malta,
Grecia y Albania. En Grecia inició la redacción de un relato en verso, La Peregrinación de Childe Harold.
Durante un naufragio
en la costa de Albania, cerca de Parga, fue rescatado por unos bandidos
exóticamente ataviados, los Suliotas, cuya orgullosa consigna era “¡Los
ladrones de Parga!”. Lo escoltaron a Missolonghi, donde el destino lo uniría a
los bandidos al final de su vida.
Sus intereses
políticos marcharon paralelamente al aumento de su complacencia personal. En
Atenas se involucró sexualmente con muchísimas mujeres, muchachas e incluso
muchachos.
A pesar de estas
distracciones concluyó dos cantos o secciones, de su novela poética La Peregrinación. Con un verso ágil que
usa el lenguaje diario en complicados patrones de rima, el supuestamente
frívolo bueno para nada creó al inolvidable personaje Harold, modelo de futuros
héroes románticos: apasionado pero reflexivo, egocéntrico y orgulloso pero
solitario, ansioso de aventuras pero también cansado del mundo. Es de hecho, el
doble de su autor.
En febrero de 1812,
el noble de 24 años regresó a Inglaterra y pronunció su primer discurso ante
Cámara de los Lores, una airada defensa de las tejedoras de Nottingham. Pocos
la oyeron. Pero poco después el político novicio se convirtió en un poeta
famoso. La primera edición de La
Peregrinación de Childe Harold se agotó en tres días.
Al poco tiempo, sus
enredos con hermosas mujeres casadas y sirvientas se hicieron la comidilla de
la ciudad.
Augusta, su
hermanastra del primer matrimonio de “Jack el Loco”, se parecía tanto a Byron
en aspecto y carácter que la consideró su alter
ego, su imagen en el espejo. Inquieta por un matrimonio infeliz, inició una
relación con Byron. Augusta dio a luz a una hija que bien puedo haber sido de
él.
Byron trató de
“refugiarse” de la comidilla de la sociedad mediante un matrimonio convencional
con la joven rica e inexperta Annabella Milbanke. Tuvieron una hija, pero
Annabella lo dejó luego de un año de matrimonio, ofendida por su maltrato y
asqueada por sus exigencias sexuales. El poeta más famoso del país se convirtió
en un desprestigiado paria social.
Una vez más, Byron
buscó alivio y aventura en el extranjero. Partió el 24 de abril de 1816. Vivió
un tiempo en Venecia, lanzándose con su acostumbrado fervor a juegos sexuales
de todo tipo y permitiéndose otras formas de libertinaje.
Durante esos años
Byron escribió un tercer canto de La
Peregrinación, Manfred y otros
poemas conocidos, así como el inicio de Don
Juan, otra obra épica basada en sus propios sentimientos y experiencias. En
1822, su hija ilegítima Allegra, engendrada con Claire Clairmont, murió de
malaria a los cinco años. Poco después supo que su buen amigo el poeta Percy
Bysshe Shelley se ahogó sorpresivamente en el golfo de la Spezia mientras
navegaba durante una tormenta.
Al cabalgar bajo una
delgada lluvia, Byron contrajo una fiebre persistente. Se decidió sangrarlo y,
desde luego, su condición empeoró mientras el seudo-tratamiento progresaba. Su
agonía se prolongó durante semanas. Hacia el final, murmuró a su médico: “¿Cree
acaso que temo por mi vida? ¿Para qué lamentarse? ¿Es que no gocé de ella más
allá de toda medida?”
Lord Byron murió el
19 de abril de 1824, en el aniversario de la muerte de Allegra.
Nace un monstruo
Una de las tardes
más aburridas de la historia dio origen a un personaje imaginario que ha
aterrado y fascinado al mundo entero. En una noche de tormenta de 1816, un
notable grupo reunido en la Villa de Diodati de lord Byron, junto al lago
Ginebra, leía en voz alta historias de fantasmas junto a la chimenea mientras
el viento aullaba y la lluvia golpeaba insistentemente contra las ventanas. Los
huéspedes de Byron eran el poeta Percy Bysse Shelley, su futura esposa Mary
Godwin, la hermanastra de Mary, Claire Clairmont, y su médico John Polidori.
Mucho después de
medianoche, tal como acostumbraban, los residentes de la villa se retiraron.
Mary en un estado de excitación durmió mal. En duermevela tuvo una horrible
visión: “Vi a un pálido adepto de las artes malditas arrodillándose junto al
ser que ensambló. Vi al abominable fantasma de un hombre yaciendo cuan largo
era y, de pronto, con la ayuda de una enorme máquina, dio señales de vida y se
movió de modo torpe.” Sobresaltada, Mary halló su historia de horror. Publicada
dos años más tarde, el Frankenstein
de Mary Shelley ha perdurado a través de más de un siglo y originó innumerables
secuelas e imitaciones tanto en literatura como en el cine.
Fragmentos de: Secretos y misterios de la historia, Reader’s Digest, 1995.